viernes, 15 de enero de 2010

VECINOS IX EL DESENLACE

Vecinos novena parte


De sonrisas y lágrimas




Victoria que estaba mirando al suelo, subió la mirada para comprobar que su coartada había surtido efecto y se encontró con aquel hombre joven y bien parecido, empapado en agua y seguramente helado por el frio, que no le quitaba ojo de encima, y que súbitamente había empezado a sudar por la frente y las sienes.

Reparó en su boca sellada, en su barba de varios días y en la bufanda negra de lana que llevaba colgada al cuello.

Él ni parpadeó.

Ella no se atrevió a mirarlo a los ojos. Siguió bajando la mirada tímidamente, mirando en todas direcciones pero siempre buscando el mismo objetivo : Los papeles de color amarillo que llevaba en su mano izquierda.

Ahora fue Sergio quien observó como un color rojo intenso afloraba en el rostro que tenía en frente a escasos centímetros .

También Victoria enmudeció.

-Me temo que esta bufanda es tuya- Dijo Sergio y en un gestó la descolgó de su cuello para tendérsela.

Victoria se limitó a extender la mano y cogerla con un tímido -sí.

-Y creo que esta carta –Levantó la mano aproximando el papel a la altura de su línea de visión- también lo es.


Victoria pensaba todo lo rápido que podía alguna excusa. –Qué podría decir, seguramente se ha dado cuenta de mi reacción al ver la carta. No puedo mentir, pero, oh dios mío que vergüenza, que va a pensar este hombre de mi, que soy una loca o algo peor… -Yo, yo, no sé qué decir.

-Tranquila no es necesario que digas nada.

-¿Lo he dicho en voz alta? –Dijo angustiada.

-….Sí… -Vaya, si que está nerviosa, creo que casi tanto como yo.

Qué bonito brillo tiene en los ojos. La verdad es que no es como la imaginaba. Es… Es mucho mejor.

-Ohm…

- Yo soy Sergio - Se atrevió a decir Su vecino y amigo.

Los ojos de Victoria parecían salirse de sus órbitas.

-¿Qué? – Ohhh no puedo creérmelo- ¿¿Spiderman, su amigo y vecino??¿¿ Tu eres el , perdón, perdón, tú , tú eres el de la nota anónima en el ascensor??

-Jejejjeje –No podía parar de reir, Spiderman, que ocurrencias, al final resultó que no era tan descabellado- Sí, bueno podría decirse que sí. Soy yo.

-Qué, no te rías, tú pusiste esa frase…En fin qué querías…Bueno, yo, Me alegro de que la carta y la bufanda las encontraras tú , menos mal.

-No , en realidad yo las he interceptado de camino al contenedor de la basura. Ha sido pura casualidad.

-¡Ohh!, vaya, entonces mejor aun. Muchas gracias.

-¿Gracias por qué?

-Pues por rescatar todo esto, y por la nota y por tu preocupación etc..Ya sabes…Nunca nadie había tenido un detalle parecido conmigo. Me siento muy agradecida.

-Yo soy el que tiene que darte las gracias a ti, me has respondido y ha sido …

-…


Sergio no pudo continuar, la emoción ahora sí le había embargado, llenando cada fibra en su cuerpo hasta asomar a sus ojos haciéndoles brillar y enrojecer.

Victoria que ahora no podía apartar la mirada de la suya sentía en su pecho los martillazos de su corazón, y un creciente hormigueo causado por esas “mariposas” en su barriga, mariposas a las que no esperaba en absoluto y que estaban de vuelta de improviso.

El aire en el ascensor se había cargado. Pese al escaso abrigo de una y a la ropa mojada del otro, ambos sudaban.

Hacía rato que se habían subido y ninguno cayó en la cuenta de darle a algún piso para subir.

Estaban tan absortos, tan nerviosos, sumidos en una extraña espiral de pensamientos y emociones tan diversas que el mundo real se había detenido y eternizado en lo que fueron apenas unos minutos.

Esta relación de pensamientos trajo a Sergio de pronto a la actualidad en aquel ascensor.


-¡¡Lo sabía, sabía que era el séptimo!! – Y devolviéndole a su desconocida la sonrisa buscó el número en el teclado de los mandos del ascensor y lo pulsó.

Al llegar arriba, como un caballero le abrió la puerta exterior y le cedió el paso. Dudaron unos momentos, pero finalmente el se decidió a acompañarla hasta su puerta y ella se lo consintió.

-Bueno, ahora no parece que te haga mucha falta –comentó mientras señalaba el sudor en su propio rostro- pero me gustaría que la tuvieras tú.

-Lógico, a mi me queda mucho mejor que a ti. – Le dijo con cariño y los dos rompieron a reír nerviosos.

-¡Qué idiota!

-Sí…


En ese momento algo les recorrió, como una misma y única corriente eléctrica que les hizo estremecerse a la par.

Los dos entendieron en seguida lo que estaba ocurriendo, y lo que ocurriría.


-Yo soy Victoria. Encantada de conocerte Sergio. –Logró decir justo antes de que de sus parpados entre abiertos brotaran dos lagrimones que cayeron de inmediato al suelo por su peso. Una tercera lágrima más menudita, fue resbalando temblorosa y lentamente desde el filo de sus pestañas, describiendo un sendero húmedo y salado en el contorno de su mejilla , hasta la boca donde se enjugó caprichosamente en la comisura de los labios. Pero no moriría ahí, pues un dedo de Sergio, quien había seguido a aquella lágrima con sumo interés, la rescató.

-No, por favor, no llores. Se me parte el corazón.


Victoria que supo que lo decía con franqueza sintió la punzada de sus palabras estremeciendo su vulnerable pecho, lo que hizo a su llanto aflorar con más presencia.


-Esta vez, no siento la misma pena que me hace llorar normalmente. No estoy muy segura pero creo que esto es porque estoy emocionada, porque estoy no sé, hace mucho tiempo que no me siento así, pero podría atreverme a decirte que hoy estoy …¿Contenta?...Y es por ti. Por eso , gracias.

Y empezó a reír tiernamente mientras no paraba de llorar delicadas lágrimas.


-¿Tienes idea de lo confuso que me siento? No soporto oírte y ahora menos aun verte llorar, y sin embargo, en este preciso instante, mientras te debates entre la risa y el llanto, entre la alegría y la tristeza, no sabes lo increíblemente hermosa que estás. ¡Je, que no sé si tirarte los trastos o darte un kleenex para los mocos la verdad! ¡Jum…Me estás haciendo dudar ehh!


Victoria explotó en una carcajada sonorísima que la pilló desprevenida y la cual no pudo evitar. Ni quiso. Inclinada hacia adelante y aferrada con sus manos a los brazos de él, experimentó el placer en sí mismo de una recién nacida complicidad.


-Anda, entra ya que es muy tarde, ya habrá tiempo de decidir que hago contigo, además, me temo que no tengo ningún kleenex limpio en mis bolsillos, lo cual reduce con mucho mis opciones. ¿No crees?.


Y con sus manos calientes desde el encuentro en el ascensor, le sujetó con firmeza pero con gran dulzura la cara por las mejillas, obligándola a mirarle así a los ojos, manteniendo su mirada fija, son sus lagrimas y su rojez , con su sudor en la frente, con el color de la cara arrebolado, con algunas hebras de pelo cayéndole por el contorno de su rostro.


Con aquel gesto la tenía en sus manos, sintiendo su calor y el palpitar de su arteria a la altura del cuello, su respiración agitada, y hasta el delicioso aroma a aceite de rosas que despedía su piel caliente debajo de aquella bata.


Victoria que sentía que encajaba en aquel hueco a la perfección, acompasada por los latidos del pecho de Sergio, y por el aire que respiraba y que salía dulce y caliente de su boca entre abierta, no hizo nada por apartar ni sus manos ni su mirada.




Lo que pasó después solamente ellos lo saben.

Pero seguramente aquel invierno ya no fue tan frio.

miércoles, 13 de enero de 2010

VECINOS VIII

Vecinos octava parte

De pies frios y corazones calientes


Eran las diez pasadas y por fin llegaba a casa después de un largo día.

Un compromiso familiar le había tenido prisionero desde la hora de almorzar.

Con tanto frío y la nieve y la lluvia que no cesaban de caer, en lo único en que podía pensar era en llegar a casa, quitarse la ropa empapada, poner la calefacción a tope pese a las recomendaciones contra el cambio climático, darse una larga ducha caliente y meterse en la cama bajo el edredón a leer hasta quedarse dormido. Ese era el mejor plan posible.

Hacía mucho tiempo que había decidido madurar y no buscar salvavidas superficiales.

Había aprendido a ser su flotador en la tormenta, y eso le reportaba cierta satisfacción personal. Pues aunque anhelaba a ese ser que prendiera la llama de su corazón, y todas las sensaciones magníficas que él conocía que conllevaba, no se dejaría invadir por la desesperación , ni se perdería arrastrado en ninguna marea.

Él había aprendido con mucho esfuerzo a ver las puertas ante sí. A traspasarlas y a cerrarlas si era necesario.

Se secaba la suela de las botas en la alfombrilla del portal cuando una vecina a la que no le había dado tiempo ni a mirar a la cara se dirigió a él malhumorada, con bolsas de basura y algo más en las manos, encaminada hacia la puerta.

-¿Qué te parece, eh? ¡¡Otra cartita de contactos en el ascensor!! ¡Bendito sea¡

¿Pero que se han creído que es esto un prostíbulo?¿ Una casa de citas?

No estoy dispuesta a permitir que mis nietas puedan leer algo que las… ¡¡A saber que obscenidades se dicen aquí!!

¡¡No señor!!

Sergio que no salía de su asombro, perplejo por la extraña noticia respondió ágilmente.

-Oh, señora por dios no salga usted con este frio, démelo a mí, si lo que quiere es que lo saque y lo tire al contenedor yo apenas acabo de llegar y ya estoy empapado. Hace una noche de perros no le vale la pena coger un golpe de frio deme deme.

Y extendiendo una mano hacia la bolsa de basura que sostenía la vecina al tiempo que le ofrecía una gran sonrisa, con la otra le arrebató galantemente la carta que la misma sostenía en su otra mano.

-Oh muchas gracias hijo, dios te lo pague. Sí señor, que dios te lo pague. Ojalá hubiera más gente en el mundo amable como tú.

-Oh, no es nada no es nada, vaya usted con dios señora, suba ya a su casa que hace mucho frio, yo echaré esto a la basura en seguida no es molestia. Hasta pronto pues.


Sergio salió del portal corriendo, dejando prácticamente a la vecina con la palabra en la boca.

Estaba demasiado impaciente e incrédulo como para perder un solo minuto más prestándole atención a sus quejas.

Pero justo cuando ponía los pies en la calle la misma voz le gritó.

-¡Joven! ¿Querría usted hacerme un favor? A alguien se le ha debido caer esta bufanda en el ascensor. ¿Le importaría a usted ponerla ahí donde los buzones con una nota o algo? No sé, donde la puedan encontrar fácilmente…

-Oh, claro, sin problema, démela.

-Jum, aunque estaba en el suelo del ascensor, quien sabe a lo mejor es del mismo que ha colocado la nota, en ese caso no me gustaría que la recuperara, le estaría bien empleado.

Sergio se quedó por un momento pensativo mientras contemplaba la bufanda en su mano y la posibilidad de que le perteneciera a ella. Pero apenas podía pensar en nada más. La emoción era muy alta.

-Bueno no creo, en cualquier caso la pondré a la vista. Buenas noches.

Y de nuevo se giró como alma que lleva el diablo, esta vez sí decidido a no volverse. No quería dar lugar a que su vecina se arrepintiera y le pidiera tan valiosos tesoros en su afán por fastidiar al vecino o la vecina propietaria.

Fue hasta los contenedores de basura y tiró la bolsa. No pudo esperar más y allí mismo decidió abrir el sobre.Se colgó la bufanda del cuello para dejar una mano libre, con la otra sujetaba el paraguas.

Sí, no cabía la menor duda, era para él.

El sobre rezaba “Querido Vecino Anónimo Preocupado.”

Ese era él.


“Es la primera vez que alguien me escribe así, anónimamente.

Por tanto esta es mi primera respuesta en este tono.

Debo decirle que me sorprendió muchísimo y me enfadó su atrevimiento y su osadía , no solamente por las cosas que usted decía de mí, sino también por el hecho de hacerlo públicamente.

Ya se habrá enterado del lio que se montó en el portal.

Me temo que su nota no ha tenido una gran acogida y temo que de ser descubierta la mía, o yo, sufriremos algo más que la vergüenza de algún reproche vecinal.

Creo así pues que lo más sensato sería que no volviera usted a hacer nada parecido.



No obstante, he de reconocer que ha sido valiente y me gusta la gente así, valiente clara y sincera.

Me ha conquistado usted con estas cualidades tan sencillas pero que tan poco abundan hoy en día.

Motivo por el cual he decidido responderle.

El por qué lloro cada noche, bueno eso no es algo que pueda ser contado así tan fría y alegremente. Pero sí le diré que no tiene usted que preocuparse por mí.

A menudo he pasado días duros, francamente duros en que he tenido que verme afrontándolos yo sola, y eso ha sido con más lo que más me pesaba. El no poder contar con nadie.

Usted quizás haya sufrido alguna vez , y sabrá que no hay nada como un abrazo o la simple compañía de un ser querido.

Pues en mi caso, sumado a mi pena , tenía esta soledad y este desprecio tan grande. Por eso y por razones que no viene a cuento explicarle y que seguramente no entendería, me he ido hundiendo poco a poco. Perdí la fe en mi vida y en mi misma.

Llevo tiempo luchando por recuperarla.

Usted no se lo va a creer pero aunque le odié cuando leí su carta, lo hice porque me hizo daño.

Me hizo daño verme con sus ojos. Oírme llorando en sus palabras. Abrirme a la realidad con una bofetada. Su bofetada.

Y mientras lloraba, ¿Sabe usted?, mientras yo seguía mi rutina con mi pena y mi soledad, y mis sentimientos pesimistas, en ese momento hubo algo que pensé, algo que me dije a mi misma y que me recordó terriblemente a algo que me había dicho en su carta. Y entonces, entonces quise releerla, esta vez sin sentir la bofetada, esta vez sin enfadarme ni acomplejarme.

Y sentí alivio por ver que no estaba tan sola por primera vez en tanto tiempo. Me calmó usted y me dio esperanzas. Me ha tocado el corazón.

Me he dicho estos días que esas esperanzas son absurdas y vanas, que todo sigue siendo una mierda a mi alrededor, con perdón. Pero sólo me lo decía para protegerme.

Estoy demasiado acostumbrada a mi pena, que supongo me da miedo la idea de ser feliz y volver a caer. Me da miedo olvidarme del dolor y que algún día receloso vuelva a por mí para destruirme.


Pero, pero tiene usted razón. Las noches son cada vez más frías.

Le dejo esto con la esperanza de hacer de las suyas noches más cálidas.

Un fuerte , sincero y agradecido abrazo de su vecina que por ahora llora un poquito menos por las noches :)


Sergio no podía creérselo. Sencillamente no podía.

Solo la lluvia le obligó a salir de su estado de admiración.

Instintivamente olió el papel grueso y esmerado.¡ Olía como a dulce! Igual que el sobre y…Rápidamente se llevó como pudo uno de los extremos de la bufanda a su nariz y respiró profundamente, y sí olía a dulce igual que la carta, pero en el tejido el perfume era más intenso y definido, como a flores.

Mmm sí…Debía de ser el perfume de una mujer.

Entonces, ¿La bufanda era un regalo para hacer sus noches más cálidas?

Esto sí que era más de lo que se esperaba.

El frío ya calaba en sus huesos y era imprudente permanecer más tiempo en la calle.

Sus pies le llevaron ligeros hasta el portal de nuevo, sin parar de pensar en la personalidad sorprendente de aquella mujer que le había respondido de forma tan gratificante. Estaba en una nube.

Y de nuevo se secó las suelas de las botas en la alfombra.

Esta vez nadie le sorprendió .

Se dirigió pletórico hacia el ascensor el cual se abrió nada más pulsar el llamador.

Entró deprisa y pulsó su piso y al cerrarse las puertas alguien llamó.

-¡Espere por favor!

Cortés y velozmente interpuso su mano entre las puertas, al tiempo que con un dedo que le quedaba libre en la otra mano pulsaba el botón que abría las mismas.

-Oh , muchísimas gracias, hace tanto frio que no habría soportado tener que esperar, y ni loca subo los siete pisos andando!

Era una mujer joven y guapa, algo despeinada y con solo una bata de estar en casa.

-Jaja, cierto ha hecho bien en gritarme .

Sergio sonrió. Pero en seguida notó en el gesto de aquella mujer que algo no iba bien del todo .

¿Va todo bien, esta usted bien? Hace mucho frio para salir así, quiero decir sin abrigo, hace un momento yo mismo le he sacado la basura a una vecina por lo mismo-Trató de romper el hielo.

-Oh, no, bueno es que, en realidad se me ha caído la bufanda y... me temo que la he perdido, y la verdad es que estaba recién hecha , no me ha dado tiempo ni a estrenarla, yo solo me la estaba probando y bueno yo …Es que bajé a los buzones a… , y se me debió de caer claro, y ahora había vuelto a bajar por si estaba aun allí.- ¡Dios mío casi meto la pata , uff, casi me delato a mi misma y quedo como una idiota delante de este chico! Seguro que esa vecina horrible de la basura me ha robado mi bufanda, ahh y la carta.¡¡ Arggg.!!

Sergio sencillamente se quedó mudo.

domingo, 10 de enero de 2010

VECINOS VII

Vecinos parte VII
De la búsqueda del calor







Hace frio fuera, y dentro.
Victoria se acurruca en su sofá del salón al calor de una manta que ella misma tejió, mientras teje una bufanda a la luz pobre de unas velas y de una estufa que caldea toda la habitación.
Pero no es suficiente para ella en esta tarde de domingo.

Ha sido un buen día, no se queja de nada.
Un día de esos que se agradecen, extrañamente tranquilo, como hacía tiempo que no tenía.
Se despertó en calma y se levantó tarde.
Se preparó un enorme desayuno que le quitó las ganas de comer al medio día. Estuvo toda la mañana ocupada en poner lavadoras y tender la ropa por la casa, ya que fuera nevaba y llovía intermitentemente.

Vió dibujos en la tele, charló con un par de amigos por internet y comprobó su correo personal y el del trabajo.

Estudió el rato que tuvo ganas y cuando se hartó buscó en internet recetas de postres.

El día transucrrió tranquilo, sano. Lento y moderadamente caliente pese a la ola de frio.

Pero claro, ese calor aritificial no era suficiente para ella, que por si sola no era capaz de generarlo.
De forma intuitiva echaba de menos el calor de otro cuerpo abrazándola, junto al suyo, coexistiendo en la misma casa que ella, el calor de un cuerpo que respirara su mismo aire aunque fuera a destiempo, pero en armonía.

No solían gustarle los domingos desde que era pequeña, porque sus padres la llevaban a misa justo despues de terminar los deberes, justo cuando ella queria jugar o ver su serie favorita.
Despues, cuando fue un poco más mayor dejaron de gustarle porque era incapaz de disfrutar su tiempo libre por el mero hecho de que al día siguiente volvía a ser otro odioso lunes, y tendría que ir a clase, volver a la rutina que por un par de días podría dejar atrás.

Ahora , poco a poco con la edad se había dado cuenta del verdadero valor de ciertas cosas. Y de que más tarde o màs temprano aprendería a apreciar el valor de otras que por el momento desconocía.

Ahora podía disfrutar cualquier momento de los pocos que tenía de paz.
Valoraba esa serenidad más que nada en el mundo. Era un tesoro muy valioso, muy preciado.
Le ayudaba a soportar su dolor y su soledad.
Y le ayudaría en algún futuro poco probable para ella, a ser capaz de ser feliz por si misma y a hacer feliz así a alguien que estuviera a su lado. Si es que alguna vez el destino volvía a darle una oportunidad ella quería estar preparada para agarrarla con las dos manos. No estaba dispuesta a matarse, y si la otra opción era vivir, no iba a permitir que la ocasión de ser feliz se le escapara sin poner por su parte toda la voluntad y el empeño posibles, eso sí, sin perder el norte cosa que aun estaba recuperando.

Pensando en estas y otras cosas tejió la bufanda hasta acabarla.
Era de color negro, de lana suave y puntadas finas.

Se la enrolló alrededor de su cuello abrazándola y dejándose abrazar.
Con los dedos de manos y piel helados se levantó del sofá y se dirigió hacia el escritorio del cual cogió un folio de papel de algodon manuscrito a pluma con una caligrafía impecable, que plegó cuidadosamente e introdujo en un sobre del mismo material y color amarillo que también tenía una inscripción.

Lamió el filo adhesivo del sobre y lo fijó para sellar el cierre.


Finalmente, tragó aire, respiró, tragó aire y resopló fuerte antes de abrir la puerta y apresuradamente ir hasta el ascensor.

Pulsó el botón de llamada y éste no tardó. Había esperado a que fuera tarde para que no hubiera vecinos transitando por las escaleras ni los pasillos del bloque.

Le ardía la cara de la emoción. No podía dejar de decirse que estaba cometiendo una tremenda locura. Su corazón latía a una velocidad desorbitada y con tanta fuerza que podía oirse, y verse a traves de su ropa que se movía al mismo ritmo acelerado.

La puerta se abrió al fin ante ella, y lo que fueron segundos le parecieron minutos y muchos.

Sacó el rollo de fixo que había guardado en el bolsillo de su bata y con los dientes empezó a cortar delicadamente pequeños trocitos que fue pegando en las esquinas del sobre.

Pero apenas veia nada por los nervios. Se tuvo que quitar la bufanda y abrirse la bata. Tuvo que contener un momento la respiración y aplacar a su corazón o le daría un ataque cardiaco allí mismo.

Una sonrisilla histérica se turnaba en su rostro con el fruncir de su ceño.

Por fín logró los cuatro trozos de celo y lo fijó a la misma pared donde había encontrado al carta, su carta.
Se quedó mirándolo desde lejos, bueno, desde todo lo lejos que se podía para comprobar que quedaba bien y no totalmente ridículo como estaba convencida, y en ese momento la sorprendió el portazo de una puerta.

Presa del pánico salió despavorida del ascensor antes de que lo llamara cualquier vecino y se quedara atrapada dentro.

¿Qué cara podría poner ante eso?
Ella allí dentro en bata, sin peinar, con aquel sobre pegado en la pared, el fixo en una mano la bufanda en la otra y....

...

- ¡Oh, no ! ¡¡ Mi bufanda !! ¡Oh noooo, se me ha caidoo en el ascensor y no me he dado ni cuentaaaa!! ¿Ohh pero qué pasa conmigo? ¿Es que soy idiota, todo lo tengo que hacer igual?
Está bien, que no cunda el pánico, en cuanto se quede vació el ascensor lo vuelvo a llamar y con un poco de suerte habrán respetado el sobre, que teniendo en cuenta la que se lió el otro día en el portal no sé yo...Y mi bufanda , que bueno, eso es una señal de educación, el no tomar nada que no sea de uno. Así que ahora mismo en cuanto quede libre, lo llamo y cojo mi bufanda. Ya está, no ha pasado nada. Sólo he de esperar aquí en mitad de las escaleras pasando un frio de mil demonios.
¿Umm? ¿Habrá algúna vecina chismosa mirando por la mirilla de la puerta a esta pava , pensando lo inútil que soy?
Síi, seguro que sí, y si no ya lo pienso yo por los dos.

Uff, sí que tarda la condenada, como esté abriendo y leyendo mi carta la mato. Y más le vale a la muy chismosa dejar mi bufanda donde está.


Para cuando Victoria logró llamar al ascensor de nuevo, se encontró que tal y como había predicho en sus peores vaticinios ni el sobre ni la bufanda se hallaban allí.

¡Malditos vecinos!

Ahora tendría que empezar de nuevo.