lunes, 12 de julio de 2010





Tú.

Miro el reloj y ahí estás tú….

Pero esta vez es diferente.

Mi impaciencia tiene otro color.

Has tardado tanto…

Que ya no contaba con que vinieras…No contaba con volverte a ver…

Ahora mi corazón tiembla.

Ya habíamos quedado él y yo en que se comportaría.

Después de todo, ya ha pasado tanto tiempo…

Que yo ya no pienso en ti.

Yo ya me he olvidado de ti.

Sí.

En este tiempo sin ti…Te he olvidado.

Tú te fuiste, tú lo quisiste así.

Y así es.

Pero hoy vuelves. Vienes a mí como un viejo conocido, como un recuerdo…

Y yo no sé por qué ahora mi corazón tiembla al verte.

No debería haber venido…

Pero…

Tú me llamaste, querías quedar…

Y aquí estás hoy, frente a mí.

Mirándome, con tus ojos brillantes y tus mejillas sonrojadas…

Tus labios balbucean al hablarme, tu voz…

Tu voz era así? Tan dulce?

Tus pestañas…No recordaba que fueran tan largas…

Y mi corazón…Era exactamente así de cómodo como se sentía contigo?

Como si estuviera en casa...?

Oh…

Y siempre fueron tan suaves tus manos, y tan tierna tu forma de coger las mías?

Y tu boca … Tu boca era tan preciosa?

Miro el reloj…

Sin darme cuenta ya han pasado horas…

Y estamos hablando sin parar, todo es tan natural entre tú y yo, tan especial como antes…

Me tomas de la mano, me miras, me sonríes…Y yo te miro y te sonrío a ti…

Y siento el tacto cálido de tus palabras acariciando mis sentimientos, enmudeciendo mis palabras, humedeciendo mis ojos…

Y tus caricias haciéndome cosquillas entre mis dedos...

Y siento…

Siento tantas cosas…

Siento tantas cosas al verte, de nuevo…

Al sentirte tan cerca...

Tantas cosas que…Creí que se habían dormido…

Y que esta tarde han regresado a mi piel, al filo de mi corazón y de mis labios…

Y que hacen que repentinamente todo mi mundo, el que yo había creado sin ti…

se venga abajo…

Tantas vueltas como hemos dado, en todo este tiempo…

Para finalmente…

...Acabar diciéndote que te quiero tanto o más como el primer día, y como el último, mientras abandonamos juntos de la mano este banco del parque…Con tus besos rociándome las mejillas…

Mientras se pone el sol…Y todo sigue…

Mientras el mundo sigue…


martes, 6 de julio de 2010

La Estación.


Cómo puede cambiar la vida de una persona en unos segundos.






Un tren llega, se abren sus puertas, la gente sale apresurada, apelotonada…

Mientras los que esperan miran los anuncios de próximas llegadas, próximas salidas…

En el centro de la estación, María mira, contempla a su alrededor, el ir y venir, la marabunta de gente, con prisa, con sus maletas y sus maletines.

Hay gente que viaja de vacaciones, otra que se desplaza en trayectos cortos para ir y venir del trabajo, gente que parte o llega de algún lugar lejano…

María apenas puede respirar, nota una fuerte presión en el pecho.

Su estómago está encogido.

Teme que de un momento vaya a vomitar por los nervios.

Se abraza a sí misma, sujetándose el cuerpo con los brazos, mientras un tic nervioso le hace balancearse levemente de un lado a otro, mientras sigue mirando, sigue buscando con su mirada entre todas aquellas personas desconocidas…

María para, saca del bolso una botella de agua de la que bebe a pequeños sorbos, no habla, no ha hablado en toda la mañana, pero tiene la boca seca, incómodamente seca, y esta sensación le baja por la garganta y le sube a los labios y a los ojos.

Rápidamente vuelve a guardarla en su bolso, junto con todo lo demás…Y vuelve a prestar máxima atención.

No sabe el destino, pero ha cogido su pasaporte y todo el dinero que tenía en casa. Su libro favorito y una carta…

Ese es todo su equipaje.

Ha estudiado a todas las personas que esperan en la sala, y en los andenes…

Hay una madre y una abuela con cuatro niños. Mientras ellas hablan despreocupadas y cansadas, las dos niñas menores no dejan de corretear y gritar.

Un matrimonio mayor les mira desde sus asientos enfrentados, con cara inexpresiva.

Una chica joven que parece viajar sola, no deja de tocarse la cara. Parece que tiene miedo.

Varios hombres y mujeres con maletas y gafas de sol, de piel dorada, pelo canoso, miran con interés la pantalla de sus cámaras de fotos.

Unas chicas jóvenes, extranjeras, se muerden los labios y ríen mientras examinan a los policías que recorren la estación.

Cada una de esas personas tienen su historia, su cabeza llena de problemas, de sueños, de recuerdos, de otras personas…de frases, de palabras…

Un ruido de fondo , casi ensordecedor le provoca dolor de cabeza y acrecienta sus nervios.

Hay tanta gente allí, y todos hablan, o gritan, hacen ruido, también el sonido de los avisos por megafonía, de los vagones llegando y partiendo, el timbre que avisa de la apertura y cierre de puertas…

Sí, es demasiado ruido para su pobre cabeza…

Para su pobre corazón.

María permanece hierática en su posición.

No se atreve a moverse un ápice, desde ahí controla la puerta, los andenes , los asientos de la sala de espera, …

Es el mejor sitio, el único posible si es que quiere tener alguna oportunidad…

Espera, espera mucho rato…

Toda su prisa es por mover los ojos en todas las direcciones posibles para lograr verle.

No tiene planeado ningún viaje, ni vacaciones, sólo sabe que él se va hoy.

Y que si él la quiere como dice en la carta que le dejó en la almohada esa misma mañana, la llevará con él. Se irán juntos.

No importa a donde, no importa nada en realidad.

Él no ha tenido valor para despedirse en persona, ni para pedirle que se vaya con él.

Pero ella sí lo tiene para esperarle en la estación, y no abandonarle jamás.

Las lágrimas aparecen en sus ojos con este pensamiento, y caen pesadas sin apenas rozar la piel de sus mejillas.

Le quiere tantísimo…Que sólo pensar que no hubiera leído la carta a tiempo…Sólo pensar que un par de horas más y él podía haber salido de su vida para siempre…Y siente que se vuelve loca, la idea la atormenta.

No…Eso duele demasiado.

Todo va a salir bien, se lo repite a sí misma para lograr mantener la compostura.

En ese momento sus pensamientos se ven interrumpidos.

Helados.

Ahí está.

Es él. Sí, no cabe duda.

Y su corazón da un salto, que le hace daño en el pecho.

Sus pies empiezan a andar solos en su dirección.

A duras penas logra controlar la exaltación y la alegría que siente tan grande, el alivio por haberle encontrado…Siente paz y euforia, y prisa…Todo en unas pocas milésimas de segundo.

Unos segundos que …




A...Unos segundos que...
Unos segundos que …

La llevan volando, flotando a su encuentro.

En ese momento ya no oye nada , ya no le duele la cabeza y se ha olvidado de su angustia y su sed…

Se para delante de él, y espera a que con sus propios pasos choque con ella.

Mario viene con la mirada centrada en el suelo, en sus pies tristes, en sus zapatos tristes…

No quiere mirar la hora, ni el andén, ni el tren, no quiere...Porque sencillamente no quiere irse.

Su corazón está aprisionado debajo de su camisa y su chaqueta. Detrás de sus ojos tristes y vidriosos.

Con cada exhalación de aire, se escapa un puchero de sus labios, de sus labios…que hace tan sólo unas horas eran de ella…Sus labios suaves que le recuerdan solamente la suavidad de los de María…Y su calor tan querido.

Es entonces cuando su estómago da una vuelta más. No te vayas le dice, no lo soportarás y lo sabes.

Y se agarra fuerte a un recuerdo, para no caerse en un pozo de temor…Y ve en su mente el brillo de sus ojos y puede oler su pelo, su pelo que adora, sus ojos que adora…Todo se lo lleva consigo en forma de recuerdos.

Y mientras avanza lento, arrastrando además de su maleta, su añoranza como una condena hacia el tren, hacia su nueva vida lejos de allí y lejos de ella, su corazón no sabe callarse, no puede dejar de protestar…

Pero alguien, se ha puesto en medio, alguien que no mira por donde va, que le frena , aunque eso en realidad no le molesta pues no tiene ninguna prisa por irse, lo que le molesta es que le ha sacado de sus pensamientos, ha perdido el color de su piel…Para levantar la cara y decirle a ese tipo que se aparte y qué….

Y quedarse con la palabra en la boca, con el corazón en un puño, detenido, como un reloj varado, la respiración suspendida en el aire que hay entre los dos.

Todas las lágrimas que caían en cascadas por detrás de sus ojos desde que la abandonó en su casa, en su cama aquella misma mañana para nunca volver…Se desbordan ahora delante de ella, desde el filo de sus párpados, resbalando sin mesura.

Algunas se quedan prendidas en sus pestañas…

Cálidas, brillantes, saladas…Recorren sus rostros, sus labios…

Todo ocurre muy rápido, ninguno de los dos sabe dónde está, ni dónde acaba el cuerpo del uno y empieza el del otro…

Sus lágrimas se funden con su saliva, con sus besos, sus gemidos….

Lo dicen todo con sus palabras desordenadas, llenos de nervios, de sentimientos, de dolor…

Él le sujeta la carita entre sus manos y le explica que no puede ser egoísta, y ella rodeándole fuerte con sus brazos, responde que sin él nada tiene valor, ni sentido…

Él le dice lleno de miedo que es una locura, y ella le responde igual de asustada que jamás le dejará…

Se besan,

se abrazan,

lloran,

se besan una vez y otra más,

sonríen…

Mario le promete, tratando de calmar sus sollozos, que nunca más volverá a dejarla....y refugia su alma en el cuello de María, entre su pelo y el olor de su piel…

María se pierde en su promesa, simplemente le dice, que le quiere demasiado para vivir sin él…y refugia su pecho dolorido en la paz de su abrazo.

Por un momento , la gente alrededor ha dejado de hablar, ha abandonado sus conversaciones, sus lecturas, sus pensamientos, sus vidas por un momento, para centrarse en esta escena…

Ahora son ellos el centro de atención, por encima de las niñas pequeñas que jugaban y gritaban, por encima del llamativo físico de los dos policías, por encima de la joven con cara de miedo…
Ahora son ellos, que se abrazan, y lloran, y se besan sin parar, y se sonríen con complicidad mientras se beben con los ojos…Ahora es su ropa, sus rostros, su equipaje, lo que todos miran y estudian , sacando conjeturas…

María tiembla, lo hacen sus piernas, sus manos torpes aferradas a Él, su voz, su alegría exultante, los resquicios de su miedo, su respiración agitada, sus palabras de amor, su corazón que ahora sí, no deja de latir fuerte y lleno de ilusión…

La llamada para su tren les apremia, sin soltarse la mano, enamorados y ahora sí, felices…Atraviesan su anden, suben a su tren…Y desaparecen tras las puertas…
…Juntos.



Una pareja se sienta, y saca de sus mochilas unos bocadillos y unas latas de refrescos que comen mientras esperan su tren.

Una mujer y su hijo leen, y miran la hora con pereza.

Un señor mayor sostiene un teléfono móvil en una mano, mientras habla con él, y en la otra un periódico.





B...Unos segundos que...
Unos segundos que …


Traen consigo y de la mano de él …otra mano…

Otra mano , de una mujer que no es ella.

Una muchacha joven, con un equipaje igual de abultado que el de él.

Caminan deprisa y juntos, con los pasajes del tren en la mano.

María tuerce su dirección, hace un giro improvisado hacia la puerta de salida…Tiene la mente en blanco, realmente…No sabe qué hacer, no entiende nada…

Está perdida, desorientada…

Pero vuelve a mirar, no puede apartar los ojos de ellos…

Y decide que no va a irse así. No puede.

De nuevo sus pies retoman el camino hacia él.
Antes de acercarse demasiado, justo en frente, le hace una seña con el brazo levantado, mientras le llama por su nombre.

Él mira instintivamente, sonriente por algo que comenta con la chica…

Todo se vuelve oscuro, turbio en el momento en que se encuentran sus miradas y ambos comprenden. Suelta la mano de la chica, y avanza ágil y rápido hasta María.

Su expresión es un poema. Está histérico.
Incrédulo, tiene el valor de preguntarle qué demonios ha ido a hacer allí.
María responde con una voz que sale de algún lugar de sus entrañas, que tras leer su carta de amor, su despedida tan triste…Había decidido buscarle, para irse con él. Aunque las evidencias ya le demostraban que todo había sido …Mentira.

La otra chica, se acerca de inmediato para comprobar qué sucede, quién es aquella chica de mirada triste y acusadora.
En ese momento escucha como María le reprocha a él, que no entiende cómo ha podido engañarla con otra todo ese tiempo.

Él que advierte la llegada de su chica…Le increpa que no mienta, que él nunca ha estado con ella, que deje de inventar y le deje tranquilo.

María...María realmente no puede creerlo.

Sus ojos están tan abiertos como su boca.

No siente la sangre por sus venas, ni el llanto, ni el corazón, no siente nada, sólo la adrenalina que la mantiene de pie.

Lo siguiente que es capaz de pronunciar ya no importa, no entiende cómo es posible que eso le esté sucediendo a ella.
Que él, que hace apenas unas horas le había hecho el amor en su cama, que apenas unas horas antes, le había dejado un sobre despidiéndose para siempre por motivos de trabajo, que le había dicho que la quería profundamente…Cómo había hecho siempre, hasta ahora durante sus años de relación…

Pero lo único que recibe en lugar de una explicación, son insultos por parte de ambos y un manotazo en el pecho por parte de él empujándola lejos, el cual le rompe para siempre además de su ego, su orgullo y su corazón.

Corren veloces a la última llamada del tren, y se esfuman dentro del vagón como dos fantasmas.

A María ya no le queda nada que hacer allí en medio.

No quiere ni levantar la mirada, se siente terriblemente abochornada, la gente alrededor ha dejado de hablar, ha abandonado sus conversaciones, sus pensamientos, sus vidas por un momento para centrarse en aquella vergonzosa escena que acaba de destrozar su vida propia.

Quiere salir de allí, necesita huir, gritar, llorar, morirse de dolor …

Ahora es ella el centro de atención, por encima de las niñas pequeñas que jugaban y gritaban, por encima de los policías cachas, por encima de la joven con cara de miedo…
Ahora es ella, su cara, su ropa, lo que todos miran y estudian, sacando conjeturas…

María tiembla, sus piernas lo hacen mientras atraviesa los andenes, la sala de espera atestada de gente, la puerta de la estación… Abandonando aquél lugar , al que no podrá regresar sin revivir en el centro de su ser ese dolor tan hiriente, abandonando allí además, para siempre su capacidad de amar…Rota y desquebrajada.



Una pareja se sienta, y saca de sus mochilas unos bocadillos y unas latas de refrescos que comen mientras esperan su tren.

Una mujer y su hijo leen, y miran la hora con pereza.

Un señor mayor sostiene un teléfono móvil en una mano, mientras habla con él, y en la otra un periódico.







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