domingo, 21 de diciembre de 2008

Intento fallido



De nuevo Elena.
Frente al espejo , en silencio, rumiando tantos pensamientos a la vez que, agolpados dentro de su craneo, le hinchaban los ojos y los párpados.
La noche había sido una odisea, y ahora en la ventana del baño despuntaba el alba, con un rayo de Sol inconcluso.
Sentada en el filo de la bañera, le escocían los globos oculares, y tenía la lengua seca y pegada al techo de la boca, con todos los dientes y muelas señalados en ella.
El aliento le apestaba, pero no habría la boca, ni para beber ni para lavarla.
De vez en cuando un pensamiento se tornaba revelación, tomando en su cabeza apariencia física, y esbozaban sus labios un leve y entrañable puchero, que pedía a gritos ser recogido por alguien y guardado con mimo y tesón entre caricias y consuelo.
Elena...
No podía creer lo estaba viviendo.
No quería ni podía asumirlo. Por eso pensaba mil cosas, para no pensar ninguna.
Pero la perseguiría, se le pondría por delante, en sus sueños y en su día a día.
Lo tenía allí delante, sólo tenía que mirarse la cara, ...
El iris brillante, las pupilas dilatadas, la piel pálida, los labios enrojecidos y mordidos, el pelo limpio despeinado, restos antiguos de maquillaje resbalando...
Todo eso...
¿De quién era?
¿Era ella?
¿Y quién era ella?
¿Qué hacía alli y por qué no se movía?

-Elena, ¿Quién demonios es Elena?
No soy yo desde luego, yo no soy esa, a esa la maté anoche.
Esa no soy yo. La del espejo no puedo ser yo. No tiene ningún sentido que siga con el mismo nombre , ni con la misma cara.
No puedo tener aun su recuerdo en mis retinas.
No puedo tener su sabor en mi paladar.
Esta piel ...Aún esta marcada por sus...
¡¡No no no!!
¡¡Basta!!
¡¡No pienses no pienses no pienses no pienses no pienses!!
¡¡¡NO PIENSES!!!
No , no ...


Cuando por fin una emoción se iba a hacer cargo de ella, se prohibió llorar, se prohibió sentir hambre o sed, se prohibió el desahogo y amparo alguno, y obligó a su mente a perderse en el desierto de su cama oscura, oculto bajo el silencio negro, caliente y atroz, para ibernar su desaparición.

lunes, 20 de octubre de 2008

mensaje en una botella







“Hola, a quien sea.”

Un mensaje en una botella.

Decía…
Lo recuerdo muy bien :


“….Ya no me quedan lágrimas en mis ojos, se me han secado, y no puedo ver mas allá de mis pies en la barca.
Estoy perdida, en mitad de alguna parte.
Estoy sola.
Tengo sed, tengo hambre.
De sobra podéis suponer la tristeza que me invade por saber que no voy a poder volver a ver a nadie, a mis padres, a mis amigos, a mi esposo. A ninguna persona que pudiera ahora simplemente darme un abrazo y entender este calvario.

Ya no siento miedo, como lo sentí los primeros días. De perderme, de ahogarme, de sufrir toda clase de inimaginables penalidades.
Tenía miedo de mi propio sufrimiento. Pero, todo eso ya lo he pasado, ya lo he vivido, y ya no tengo más miedo.

Ahora sé que no quiero sufrir más, porque, la verdad es que, se pasa tan mal.
Me agarré a esta barca salvavidas como una desesperada, pues, era mi única posibilidad de salvación, o al menos eso debí pensar entonces.
Ahora, lo que entiendo tras eso, es que, no podía salvarme, no debía hacerlo.

Estoy muy cansada, pero, no quiero dormir, no quiero, no sea que después me resulte imposible el despertar. O que justo pase cerca un barco o helicóptero de rescate, y no me vean, ni yo a ellos.

Por las noches el frío se hinca en mí, tensando mi musculatura, helando mis huesos, amoratando mis labios,, la humedad que se mete por mi nariz hasta mis pulmones, destrozando todo a su paso, el oleaje terrorífico.., la verdad es que no me dejan dormir mucho.
Y durante el día, es aun más peligroso, el sol, me ha quemado la piel, tanto que toda yo soy ampollas y costras de sangre, el pellejo muerto sobre mi piel, se arruga y deja al aire mi carne que , también se muere, bajo el sol inclemente.
No podría llorar aunque quisiera.

He optado, por cerrar mis ojos, para no ver esta realidad, y soñar, irme lejos a vivir otra realidad, otra en la que, no sienta tantísimo dolor.
Otra en la que mis amigos me rodeen.
Otra en la que sean sus labios los que humedezcan mis labios con su saliva.
Otra en la que, no desee estar muerta.

Yo quiero vivir, pero, quiero vivir esa otra realidad.
No quiero vivir esta que me ha tocado en suerte, o en desgracia.

No quiero sentir, esta pena profunda. Insoportable.
Me he vuelto loca seguramente.
Porque, es inhumano sufrir tanto, y , mis pensamientos ya vuelan hacia esas tardes en las que me metía a cocinar empanadas, para la cena mientras me tomaba algo fresquito, ummm….ya vuelan, hacía mi cama, mi colchón blandito, tan cómodo, tan caliente bajo el edredón, a salvo, en su penumbra, con mi música envolviéndome. Con sus brazos, protegiéndome.

A veces creo oír que me llaman, oigo mi nombre.
Pero, seguramente lo hago en sueños, o me he vuelto loca efectivamente, y sufro alucinaciones y delirios.

Quiero dormirme profundamente, en un sueño sin sueño.
La verdad es que, cuando me despierto, y veo lo sola y dolorida que estoy, las salpicaduras del agua salada sobre mi cuerpo, me hacen pensar.

Me han hecho pensar, que…
Aunque desearía seguir esperando, soñando, …de todas maneras, me estoy muriendo.

He perdido mucha sangre, estoy completamente deshidratada, hambrienta.
Con llagas y heridas, tan mareada, tan…

..tan….

Si al menos supiera donde estoy.

Si al menos supiera donde hay un barco, donde esta el barco que tanto espero.
Con todas mis heridas abiertas, y con toda la sal del mar, me tiraría al agua, para nadar en su dirección.
Sí.
Eso haría.
Creo que aun me quedan fuerzas suficientes.
Pero, es que no sé, donde está, no sé hacia donde he de nadar, no sé para donde tengo que ir.
Podéis comprender ahora cual es mi desesperación ?

Quiero pero no puedo.
Mi cuerpo no aguanta, mi carne infectada, se pudre ante mi mirada, mientras las horas se hacen interminablemente extrañas.
Como en una locura, o en una pesadilla…

No voy a volver a ver a nadie.
Me están buscando y lo sé.
Están sufriendo, y más que van a sufrir cuando se enteren, si se enteran.
Supongo, que, se tendrán que hacer a la idea.
Sólo espero, que tras esta carta, puedan entenderme, y perdonarme si me rindo, si me muero.
Si me hundo en ese sueño sin sueño que me busca y me insiste.

Que sepan solamente, que, ya está decidido, que nunca más me verán, ni volverá su hija, ni su hermana, ni su mujer.
Que el destino, hasta ahora, parece ser más fuerte.

Jamás mis hijos verán la luz del mundo.
Qué pena más grande…

Y ni siquiera puedo llorar por ellos, ni por mí….”


Un mensaje en una botella.
Decía claramente, lo recuerdo muy bien…:

“..Te quiero, y te querré siempre y por siempre mi amor, mi eterno amor, mi amor que nunca me deja sola, que nunca, me abandona, que está conmigo en esta barca, en este mar azul, diciéndome al oído lo mucho que significo en su vida…Mi amor que está aquí, y me acarícia y me cura mis heridas, y me coge en sus brazos y ya me está llevando a casa, a nuestra casa, …sí….
Gracias mi amor, por venir a por mi “

martes, 7 de octubre de 2008

el corazón de Elena





Latió y después sólo le siguió el silencio.

Pensó entonces que que no podía ser tan grave, pero su corazón se le acababa de romper.

Le había reventado, entre el pulmón y las costillas
.
A qué suena un corazón que no late?


Caminaba serpenteante y escurridiza como humo de tabaco que se esparce sin querer, hasta desaparecer por completo.
El pecho , le seguía pesando, pues aunque roto, su corazón aún estaba allí.


Pensaba si vivir a medias le reportaría algún sentido a su invisible existencia.
Caminaba, y no veía nada...se le perdía el verde los arboles, el rojo de los autobuses..y hasta el azul del cielo había dejado de ser azul para ofrecer un negro pardusco sin estrellas ni nada más, que nubes de atrezzo.
Se le perdía el sonido de los pajaros, de la gente, de la calle, y de los sueños.
Se perdía ella en medio de silencios y ausencias, en medio del desierto carnaval entre el trabajo y la cena, en medio de la siesta y la comida indigesta.
Se perdía su voz...
Y con ella su mirada de fantasma enamorada..
Se buscó con las manos, en el último instante antes de caer al suelo, su escote, y rasgando la blusa, abrió la carne e introduciendo los dedos apartó los huesos y rescató su corazón.

Partido. Ensangrentado. Lo contempló borroso y descolorido, por primera y última vez...
Ese corazón roto: Quién podría quererlo? Quién podría salvarlo?
Se cerrarón sus parpados automáticamente.
Ya la calle había desaparecido para ese entonces, y nada a su alrededor existía ya.

Su cuerpo...apenas transparente, se esfumó en su totalidad...

Tirada en el suelo, en mitad de ninguna parte quedó una pequeña mancha gris de sangre donde segundos antes cayera su corazón.

el rey del bosque




La he visto pasar, ha sido sólo un momento pero me he quedado paralizado contemplándola.
Sabía que era Ella.
Dicen que toda Ella es un misterio.
Aquí en el bosque no hablan de otra cosa.
Hasta los árboles milenarios comentan con asombro su presencia en estos páramos.
Realmente es un ser extraordinario, por su rareza y su belleza.
Cuentan que el mismo manto del cielo la vela, y envuelta en su tul negro , su vestido lleva en el pecho una concha de oro que un antiguo dragón arrancara de su propia piel para coronarla Reina de los Dragones del Cielo.
Su pelo castaño acaricia el viento y forma con él siluetas de notas musicales.
Era verdad cuanto decían de su alta y esbelta figura, de la claridad de su piel...
Cuentan que la misma luna bajó ante Ella una noche plateada y en la laguna de agua dulce le cedió su brillo y su pulcritud. Y al verlo las aguas del lago la bañaron y dieron todo su frescor y su dulzura.
Cuentan que un águila imperial le dio su vuelo y su agudeza, que de mil hilos de seda los gusanos del bosque tejieron unas alas de plumas doradas.
Que el rey de los caballos le brindó su fuerza y su lealtad, y la Reina de los perros su infinita capacidad de amar y perdonar.
Los roedores a sus pies la dotaron de fortaleza y rápida recuperación.
Todo el bosque está encantado ..

Ella no sabe, no recuerda, no habla ni cuenta nada. Sólo sonrie con media sonrisa,
Las criaturas del bosque sólo la pueden ver pasar y acompañar en su madrugada.
Luciérnagas y hadas se han unido a su letargo e iluminan cada paso de sus pies de ambar y miel.
En la mano lleva un lazo con un nudo de amor que alguien una vez ató. Y tres botones en el puño que nadie sabe de quien son.

Cuentan que de día cae rendida en una cueva y llorando se duerme esperando con paciencia hasta la caida del sol, para atravesar de nuevo el bosque en busca de Él, el Rey , que la dotó de esperanza, y que enzarzado y perdido, enredado en las oscuras matas , la llama cada noche aullando su nombre.

domingo, 1 de junio de 2008

Un día de lluvia

Cuando llueve a veces me deprimo.
Sé que esta palabra en un niño de diez años puede sonar incluso fuera de lugar. Pero mi abuela la dice constantemente, y sé muy bien de lo que hablo. En la televisión por cable, en un canal perdido, encontré una serie americana donde una mujer, una ama de casa cincuentona, constantemente anda deprimida.
Y eso es, porque nadie le hace caso. Exactamente igual que a mí.
Hoy me he levantado y nadie me había puesto la ropa del domingo sobre mi cama. La tuve que buscar yo mismo, y claro, luego me pondrán pegas porque no la he escogido bien.
Me levanté y anduve por la casa como perdido entre las personas que viven conmigo. Mi madre, mi padre, y mi abuela. Ah bueno y el gato capullo. No, no lo insulto. Se llama así. Se lo puso mi padre. El nombre digo, no el capullo.
Siempre decía: Este gato es un capullo.
Y capullo se quedó.
Nadie me dijo que tenía que ducharme, así que no lo hice. Me senté pacientemente en el salón viendo la tv, y esperando mi desayuno. Mi abuela quería que le pusiese el pasapalabra. Había un canal temático dedicado a él por lo visto. Porque era dejarla sola y allí que veías aquel maldito rosco con palabras en rojo y verde.
Yo le dije que no podía cambiar el canal, que andaba deprimido.
Mi abuela masculló algo como qué diablos sabría yo de eso, y volvió a su calceta.
Ni siquiera el ruido de la lluvia conseguía amortiguar el sonido de mis tripas, así que me fui a la cocina para coger unas galletas.
Allí estaban papá y mamá discutiendo sobre la hipoteca.
La hipoteca es algo que viene todos los meses, como cuando mamá se pone mala y de muy mala leche, y papá se pone peor aún porque mamá no lo deja sentarse al lado suyo en el sofá. Al menos eso le dice. No te acerques que estoy mala. Yo creo que lo hace para no pegarle nada. Lo extraño es que no vaya al médico porque a mí es dolerme un poco la garganta y allí que me veo, sentado en el estúpido taburete con la cara del médico a dos centímetros de mi cara, y un palo plano empujando mi lengua y provocándome arcadas.
Pasé entre los dos, cogí el paquete de galletas y me fui de nuevo al salón.
- Con la a, instrumento de agricultura que, movido por la fuerza animal o mecánica, sirve para labrar la tierra abriendo surcos en ella-.
Con la a… ay que joderse. Mi abuela ya había cambiado el canal. Como andaba deprimido no quería discutir así que me salí al balcón.
Llovía a mares. La calle era un mar de agua y los coches pasaban levantando surtidores de agua con las ruedas.
Capullo se frotaba contra mis piernas maullando. Tendría hambre como yo.
¿Los gatos se deprimen? Supongo que sí, porque para el caso que le hacíamos, debería de estar hasta peor que yo.
Y encima con tanta lluvia me tendría que quedar todo el día metido en la casa.
Pablo, mi compañero de clase, siempre decía súper. Siempre estaba supercontento, superfeliz, supercabreado, etc. Pero yo ayer, viendo una película de Star treck, descubrí la palabra Hiper. Sí como hipercor. Que quiere decir que es muy grande. No se que diablos será el cor. Pero viene a decir que es enorme. Y en la película viajaban al hiperespacio, a la hipervelocidad de la luz.
O sea la caña.
Pues mi depresión ya era hiper, porque el hecho de imaginarme allí metido todo el día en casa…
Le pegué una patada a Capullo, y me metí dento. Me dieron ganas de dejarle en el balcón, pero me dio pena porque el pobre también andaba deprimido. Le dejé una galleta de chocolate en el suelo para que comiera algo y me fui a sentarme nuevamente en el sofá.
En el camino me interceptó mi madre. Esa palabra también era de la serie, y me dijo que tenía que ir a comprar el pan, me dió un euro en la mano, me puso el chubasquero, me subió el gorro, y faltó poco que me abriera el paraguas y me plantara en el pasillo. Sólo una madre puede hacer tantas cosas a la vez, y tan rápidas. Los padres normalmente hacen algo, pero es después de estar media hora quejándose y lanzando insultos y sobre todo diciendo en voz muy alta….
- ¡para un día que tengo de descanso, que me mato a trabajar por esta familia!
Capullo se había salido conmigo, iba a llamar para volver a meterlo en la casa, pero pensé que mejor que estuviese un rato por las escaleras bajando y subiendo. Así se distraería mientras yo venía.
Bajé corriendo las escaleras hasta el portal, y salí a la calle. Abrí el paraguas y sin pensármelo dos veces, me lancé al diluvio universal.
La panadería no estaba muy lejos, en el otro bloque, abrían todos los días del año. Pero todos, todos.
A papá le gustaba mucho ir. Siempre se traía un pan integral. Pan que acababa luego mohoso en el cajón porque nadie comía. No habíamos podido ni engañar a la abuela diciéndole que era muy bueno para el tránsito intestinal.
Para cagar, vamos.
Mamá pillaba unos cabreos impresionantes porque decía que sólo iba a la panadería a tontear con la niña, que se traía esa mierda de pan, para que ella creyera que se cuidaba.
Crucé corriendo la calle saltando los ríos de agua, y lo más rápido posible me planté en la panadería. Estaba la niña con la que tonteaba papá. Yo creo que dormía allí. Porque fueses a la hora que fueses, salía de la trastienda con su delantal blanco. Me quería dar el pan integral para mi padre, y que otro día me lo pagase él, pero le dije que no, que la abuela se había comido media barra y la habíamos tenido que llevar al médico urgentemente.
La verdad que me costó no reirme.
Cuando salí seguía lloviendo. Me paré observando el cielo. Estaba muy negro. No tenía pinta de parar en mucho tiempo. Hoy tendría que pasar el día en casa. En fin, leería un tebeo, hasta la hora de comer.
Volví corriendo a casa y a pesar de la prisa que me di llegué con todos los pantalones y las zapatillas mojadas. Cerré el paraguas, subí las escaleras y llamé a capullo para que volviera a entrar en el piso conmigo.
Papá y mamá seguían discutiendo por la hipoteca, y la abuela seguía con el pasapalabra, así que me metí en mi cuarto a leer.
Yo ya estaba hiperdeprimido.
No es que tuviese grandes planes para hoy. Quizás hubiese ido con la bicicleta, o a jugar con los amigos. Pero el no poder hacer nada de eso me cabreaba.
A las chicas les gustaba mucho los días de lluvia. Me lo había dicho Pablo. Porque se ponían… cómo era la palabra. Melancólicas. Eso era.
Luego la buscaría en el diccionario. Ahora no me apetecía.
Me tumbé a leer a spiderman, pero no sé como Capullo se tumbó encima de mí y con el calor me quedé dormido.
Mi madre me despertó para comer, y yo le dije que no tenía hambre. Que no quería comer. Que era lo que ella hacía cuando quería que papá fuese a hacerle mimicos y preguntarle que qué le pasaba a su churri.
Pero parece que mamá no estaba aquel día para tonterías porque me cogió de una pierna y me arrastró.
Me acordé de un libro de lovecraft, que habíamos leído en el colegio, que decía.
- “escribo esto mientras soy arrastrado al abismo”.
Pues eso mismo me pasó a mi.

Ahora ando deprimido, comiendo sopa y pensando…
- con la d, en las divisiones territoriales, parte comprendida en cada jurisdicción-

La verdad que la vida a veces se reduce a esto.
Un plato de sopa, la tv, tu familia…
Los días de lluvia tienen algo de hermoso y romántico para joderte bien un día de fiesta.
Bueno sigo otro día. Hoy no tengo ganas.
Quizás no os he dicho que a veces, en los días de lluvia me deprimo.
Y hoy no tengo ganas de hablar mucho.

martes, 1 de abril de 2008

Pogo


Pogo aparece ante mí,
Algunas noches.
Cuando insistentemente,
Me debato entre el sueño y la vigilía.

Sonriente, acerca sus labios
a mi oreja.
Me cuenta cosas...
Pero la noche de ayer se pasó,
Aquella noche me dijo lo siguiente:

-Hay un tipo que se dedica a salir con su coche, por la noches. Atropella perros y gatos.-Hace una ligera pausa y ensancha su sonrisa como esperando que yo también sonría-.(dientes, dientes ,dientes putrefactos).
-Pero esta noche el tipo ha hecho algo distinto.-Dice-. Ha atropellado a un borracho, jejejejeje, muy cerca de aquí, lo ha rebentadooo.-Dice en un susurro apenas perceptible-.
-!Mientes¡- Le digo, eres un mentiroso, es lo único que hablas.
-¿no lo oyes?.Dice Pogo. Oye, oye... ... es un motor acelerando.levantate y dá dos pasos, asomate por la ventana, el tipo va a pasar en breve, asi verás si miento.

Ciertamente se oye el rumor en la lejanía de un motor acercandose. Son las tres de la mañana. En un arrebato me incorporo, en apenas dos pasos estoy apoyado contra el cristal de la ventana, pequeños circulos de vaho aparecen. Oigo mi respiración, a mi espalda la risa contenida de Pogo (como la odio)y el sonido de un motor acercandose. Ante mi veo el cruce con un semáforo (ahora está en rojo) , un coche aparece, es blanco, limpio el vaho del crital para ver con mas claridad. Horribles manchas de sangre y un impacto en la luna delantera.En ese momento el cielo se ilumina ,los cristales retumban con el trueno,y empieza a llover con fuerza, en pocos minutos no quedará apenas ninguna mancha, solo una pequeña abolladura en el capó.Una voz que es un un suspiro bronco me susurra muy cerca.
-ves como no miento.¿ Porqué no saludas a nuestro amigo?.
La ventanilla del conductor se baja y aparece un rostro que se vuelve en mi dirección. Doy un salto hacia atrás, Pogo a desaparecido, estoy solo y a pesar del frío el sudor a empapado mi frente.
¿Me habrá visto?, una y otra vez esta cuestión se repite en mi mente.

domingo, 30 de marzo de 2008

Canción de amor

Y los suspiros cerca de mi cuello me hacen estremecer, me hacen sentir tu aliento en mi piel que se estremece con tu calor y tus palabras. Y me dices que me quieres, que me amas, que la luna sera mía, que mi cielo me cubrira de estrellas, que la luna mecera mis sueños...

que mi vida sera feliz, que me cuidaras como a una reina, que mi hasta donde mi vista alcance sera mi reino, que la tristeza jamás se adueñara de mi corazón.

ay pero... como decirte que yo amo a otro. Que te quiero, que te adoro, que mi mundo sin ti no seria igual, pero que mis labios se estremecen con otra boca, que mi cuerpo tiembla con otros abrazos, que mi aliento se extingue en otro cuello.

como decirte sin hacerte daño que he dejado de amarte, como decirte que mis lágrimas no son de amor, sino de desesperanza por mi mentira. Porque si... soy una cobarde, me he dejado cuidar, amar, me he dejado querer sin ser consciente del daño que te hacia. Mi egoismo de ser feliz me pudo y ahora me hallo inmersa en esta locura sin razón

y tu boca vuelve a acercarse a mi cuello y siento el calor de tus labios sobre mi piel, y cuando los acercas a mi oreja y en un susurro me dices....."te quiero"... las lágrimas brotan nuevamente en mis ojos, y mis manos se aferran a tu cabeza, enmarañando tu cabello

porque querría morir en aquel mismo momento. Porque estoy siendo consciente del daño que te estoy haciendo. Y maldigo el día que dejé de amarte, maldigo el día que nací, porque no te mereces el daño que te estoy provocando. Porque no te quiero perder, te quiero mi niño, te quiero, pero amo a otro..¿ como decirtelo?

¿cómo fundirme en tu cuerpo y que tu dolor lo sufra yo?, que soy la culpable de todo.

Y me miras a los ojos y me dices, "no llores", "Ni una lágrima más". Y tu sonrisa... esa gran sonrisa nace en tu boca y se extiende a tus ojos. Y me prometes que el agua del mar bañara mis pies y que el sol secara mi cuerpo mientras hacemos el amor, sin tiempo ni pausa.

y mi dolor crece a medida que crece mi odio hacia mí misma. Porque no hay nadie como tú... ¿no lo entiendes?, ¿no oyes mis gritos?, jamás nadie se acercara ni mínimamente a parecerse a ti.

pero...

no te amo

no.

no te amo. Y rompo a llorar mientras me abrazas y me dices que nos vayamos a casa.

mi amor.. mi amor imposible.. esta noche no podre ir contigo.

quién sabe cuando.

quien sabe..

quizas nunca.

La Huida

No puedo dormir...
como cada noche,
como cada maldita noche desde hace tres meses.

Me levanto de la cama y me voy a a la cocina andando con mis pies desnudos, sintiendo el frío suelo a cada paso.

Abro el frigorifico y bebo a morro de la botella, sintiendo un escalofrío en mi piel cuando unas gotas escapan de mis labios y acarician con su fría mano mi pecho.

Cierro la puerta, y apoyo mi frente.
Creo que tengo fiebre.
Al menos el frío del metal me resfresca la cabeza.
Pero no sirve para aclarar mi mente.
No se que hacer...
no sé a donde ir,
ésta es tercer piso alquilado al que voy...
y...

siempre me encuentra.
Siempre.
Sólo es cuestión de tiempo.
De esperar pacientemente a que suene el teléfono.
De levantar el auricular y pegarlo a mi oreja.
Golpeo mi cabeza levemente como intentando evadirme del pensamiento.
Ese maldito timbre del telefono.
Ese maldito sonido....
Paro de golpearme la cabeza cuando me doy cuenta que los golpes cada vez son mas fuertes.

Abro una puerta del mueble y cojo dos aspirinas que me tomo sin agua. Me gusta el sabor amargo que me dejan en mi garganta.

Me voy hacia el salón y salgo al balcón.
Hace frío, mucho frío.
Mi aliento sale en forma de vaho de mi boca, y mi piel pronto se eriza.
La ciudad nunca duerme.

como yo...

Siempre hay alguna luz encendida. Alguien viendo televisión, algún enfermo.
Siempre hay vidas andando, vidas comiendo, vidas amando.

Rinnnnggggg

Ahi está.

Esta vez has tardado mas...
Sólo un poco mas.
Pienso en saltar y acabar con todo.
Pero...
¿serviría de algo? , ¿acabaría mi sufrimiento o sólo continuaría?

Entro en el salón y me acerco al teléfono.

Rinnnggggg

El timbre se me mete en los oidos presionándome la cabeza.

Rinnnggggg

Toco el plástico, y doy un respingo cuando éste vuelve a sonar.
Esta caliente... como tu cuello.

Rinnngggg

No lo soporto....

levanto el auricular y me lo llevo a la oreja.
Cierro los ojos....

Te oigo respirar, muy muy cerca de mi.
Tan cerca que pareces salir del telefono y estar justo detrás de mí.
Oigo tu aliento salir de tu boca, justo en mi oido...
Tengo los ojos cerrados porque no quiero abrirlos y verte...
Empiezas a llorar,
y a hacerme la misma pregunta que me haces siempre....

¿porque?...

Mis ojos ya no puedes estar más apretados.

Cuelgo muy lentamente, aun oyendo como lloras.
Me has encontrado.
Nuevamente.

Me voy hacia el armario y empiezo a hacer la maleta.

La huia continua.

Porque... porque.. porque..porque..

No tengo respuesta.
Dame tiempo. La estoy buscando.

Sigo huyendo de tus llamadas y tu respiración.

Mientras mis manos siguen apretando tu cuello.

porque... porque.....porque....porque...

martes, 18 de marzo de 2008

sucia María




Encaminada a una inminente ruina, seguía por aquel callejón apresurada mientras sus pasos resonaban con eco, cosa que ella ignoraba, al igual que el frío gélido que helaba sus manos y pies, y el cutis de su cara.Ignoraba también la humedad propia de la incesante llovizna que empapaba los adoquines , las fachadas ennegrecidas de aquel callejón, los contenedores de basura, las latas oxidadas y plásticos , las salidas de vapor del suelo, y a ella misma.Su chaquetón, su pelo bajo la capucha de éste, sus zapatos .. calada hasta los huesos, no se percataba de que con ese tiempo invernal estaba a punto de agarrarse a una buena pulmonía, pues ya tosía y moqueaba desde hacia unos meses. Pero pese a todo lo que le habían dicho los médicos y aconsejado sus amigos mas cercanos y sus familiares, ella no guardaba ningún tipo de reposo, ni desde luego se alejaba de aquella vida.Aquella vida que le conducía ahora a través de aquellas largas y sinuosas callejuelas, oscuras, estrechas solitarias.....pero lejos de sentir miedo, lo que sentía era una profunda emoción.Emoción y vergüenza por ser descubierta. Que nadie supiera de su engaño, que nadie conociera de su secreto, de la estafa que traía para con su salud y su vida.

Eran cosa como de las diez de la noche, y aun no llegaba, pero el ritmo de sus pasos se aceleraba proporcionalmente a su ritmo cardiaco, sus pulsaciones que le hacían notar cada latido en la yugular, en los pulsos de las muñecas, en el pecho, en el estómago, como unas pequeñas bombas que iban estallando, cada vez con más fuerza y mayor frecuencia ...Bomm...Bomm...Bomm..Bomm..Bomm..Bomm.Bomm.Bomm.Bommbommbommbomm..
Salió al fin de aquel laberinto intrincado de callejuelas y callejones, a una pequeña plaza mal iluminada con un par de farolas, una de las cuales había sido víctima del vandalismo, y lucía rotos sus cristales.Había unos árboles en torno a una fuente y también unos bancos situados entre árbol y árbol.Bancos, suelo, y fuente se encontraban llenos de hojas doradas y naranjas, ocres y tostadas, , crujientes a las pisadas y otras mustias, que habían caído de los árboles debido al soplar inclemente del viento de los últimos días.
Al otro lado le esperaba una figura en la puerta de una cafetería.Aún no había terminado su paseo.
Era un hombre, con una gabardina gris y un paraguas negro. Estaba fumando, impaciente por que ella llegara al fin a la cita, pero nada nervioso, o al menos aparentaba una calma y una seriedad palpables desde lejos.
Ella no se detuvo un momento, cruzo presurosa la plaza y entró en la cafetería seguida de él.
Apenas se dirigieron un par de palabras, por de pronto él le tendió un pitillo, que, pese a no fumar, aceptó.Sólo fumaba en esas reuniones, había aprendido a tragarse el humo, y también esos silencios, a veces incómodos, a veces, tarea del oficio que tenían como empresa un domingo al mes.Él siempre recordaba que era mejor así, que para nada quería detalles de su vida, ni de su opinión. Recalcaba siempre que cualquier comentario estaba fuera de lugar.
Ella sabía muy bien a lo que había ido, a lo que iba cada vez...mejor dejarlo estar.De hecho no había nombres, no había una dirección, ni nada.
El contacto entre ellos fue meramente fortuito, una tarde en aquella misma cafetería ella había estado esperando largo tiempo a una amiga que no llegaba y él se le aproximo con el único ánimo de hacerle la propuesta que tiempo después ella aceptó.Nunca hubo más preguntas de las necesarias.Excepto una, eso sí..

-Has traído el dinero?
-Sí, como siempre.
-Bien.

Tras tomarse un último café con doble de leche condensada, se levantaron y se dispusieron a salir.
El abrigo empapado, ya que había logrado entrar en calor, era como un jarro de agua fría, pero literalmente.
En los poco mas de trece minutos que estuvieron sentados, no había parado de toser y sonarse la nariz , agotando con ello medio paquete de pañuelos de papel blancos, con un ligero perfume a miel que ella detestaba, pero que compraba su madre y ella por no hacerle el desprecio los tenía que gastar.
Su pelo liso, con algún remolino en la frente, le caía sobre la cara y los hombros, completamente chorreando, hecho canutillos y algo enmarañado por los remolinos de aire que formaba el viento dentro de su capucha.Tenía la piel muy pálida, pero unos rubores le subían hasta las mejillas y la boca. Tenía enrojecidos también el filo de los ojos y las comisuras de la nariz, debido a su pulmonía o bronquitis o lo que fuera que tuviera.De complexión alta y delgada, podía presumir no sólo de buena silueta, sino de una magnífica percha. Era de esas personas que se pusiera lo que se pusiera todo le que daba bien, digna e inconfundible señal de haber pertenecido siempre a una buena familia. De pelo castaño y ojos entre verdes y azules y marrones, gruesos labios y cejas enmarcadas, su rostro quizás no era de una típica belleza, pero claramente de un imponente atractivo.Su porte sereno, confiado, serio a veces, risueño otras, hacía de ella un ser sencillamente adorable, merecedor de ser querido por quienes la conocían.

Una vez estuvieron en la calle la condujo a un coche, un Volswagen Golf blanco con unos años, pero en muy perfectísimo estado, salvo por el pequeño detalle de que le habían sustraídos los cristales de los faros anti niebla y de los intermitentes delanteros, dejando a la vista un para nada bonito agujero lleno de cables, en el morro del vehículo.
Ella se montó detrás como siempre.
Apagó el móvil, como hacía siempre.

Y durante el trayecto, que la alejaba de aquel barrio, a través de carreteras comarcales, la lluvia, lejos de amainar parecía arreciar, y golpeaba con fuerza, casi con rabia la luna delantera del coche así como el resto de los cristales, como si , en el caso de creer en el destino y en las intervenciones divinas, pudiera afirmarse que trataba de decirle a María que cambiase de idea, de advertirle para que cambiase su rumbo.
Pero no, y el rechinar de las gotas de lluvia con el coche se intensificó, dejando de ser agua en estado líquido para convertirse en granizo. Tal cantidad de granizo y con tal magnificencia que apenas lograba verse nada, más allá del limpia parabrisas, el cual funcionaba ahora a toda carrera, como si se hubiera vuelto loco, y la verdad es que parecía que en cualquier momento iba a reventar el sistema que lo mantenía a esa velocidad , despidiendo ambas varillas volando por los aires.
Por fin llegaron a un polígono industrial, y tras torcer un par de veces a la izquierda y otras tantas a la derecha, el coche se detuvo frente a una nave revestida de hormigón, con unas grandes letras azules en su fachada.S

e bajaron del coche y entraron.
El recinto estaba repleto de maquinaria agrícola, repuestos, piezas, herramientas de todas clases. Se trataba de una nave dedicada a la metalurgia, pero en la especialidad de vehículos agrícolas.Todo era tremendamente sucio allí. En aquel lugar todo era polvo, grasa, olores muy fuertes, negrura allá donde los ojos se posaran, ya fueran paredes o suelos, incluso en los posters de mujeres en poses semi pornográficas, también allí había negrura.
A María la acompañaron dentro de un despacho más bien grande, y de forma rectangular, como de unos veintitantos metros cuadrados, que estaba situado en un alto en el techo, a través de unas cutres escalerillas metálicas, en las que ella siempre tropezaba con una goma antideslizante. Por más empeño y cuidado que ponía en no hacerlo, alguno de los pies se le encajaba siempre pues los filos estaban despegados y levantados, formando bullofas a lo largo de los diecisiete escalones.
Allí había más gente esperándoles pues eran los últimos que faltaban por llegar.Había otras mujeres. Estaban desnudas, sentadas en torno a una mesa, con copas de whisky, ron, etc, para que sus cuerpos mantuvieran el calor.
Olía mucho tabaco, casi todas fumaban y mucho, un cigarro detrás de otro.
Alrededor de la mesa, y de las mujeres, había una serie de hombres bien vestidos todos, con sus trajes de Roberto Cavalli, Hugo Boss, Christian Dior, Debota y Lomba...con camisas de Burberrys, Yves Saint Lourent, Ralph Lauren y corbatas, zapatos y cinturones de Valentino, Calvin Klein, Moschino...
Había una interesante batalla entre el humo de los cigarros y el perfume más que embriagador de sus caros y exclusivos perfumes, entremezclados, luchando por resaltar unos sobre otros.La estancia tenía un extraño ambiente.

María de desnudó, dejando ver su delicada y blanca piel, sus muslos gruesos, su culo redondo y prominente, su pubis desprovisto de vello genital como el de una niña , su cintura esvelta y alargada, sus pechos juveniles de rosados pezones, sus hombros huesudos, su largo cuello, su sensual espalda aderezada por su melena húmeda que caía en cascada sobre senos, espalda, cintura...y más abajo aún...
Ya estaban todos.
El juego era bien sencillo. Los caballeros, que así gustaban ellos de ser llamados en sociedad.ponían un millón de euros cada uno.
Ellas solo sesenta mil euros, puesto que no disponían de más capital, de hecho, algunas pedían créditos hipotecarios al banco para poder participar, porque de ganar...era una suma muy importante la que se llevaban..
Eran seis mujeres a sesenta mil euros cada una, y sólo había una vencedora, que se llevaba todo el dinero allí depositado por las otras jugadoras más uno de los millones depositados por los jugadores.Y seis hombres a un millón de euros cada uno, y un único ganador, que se llevaba el resto del dinero.Lo cual convertía aquellas reuniones, no sólo en ilegales, si no también en muy lucrosas para los vencedores .
María ya había participado unas cuantas veces, era toda una afortunada en esa transacción.Con todo el dinero que había ganado, trescientos sesenta mil euros por reunión, y había ganado así como en siete reuniones. ¿Suerte o la intervención divina de la que antes hablábamos?

El resto de mujeres solían ser por lo general, chicas en situaciones complicadas económicamente, con grandes deudas, drogadictas, prostitutas…A ella no le hacía falta el dinero, tenía un buen trabajo, una tiendecita, y su familia estaba muy bien acomodada económicamente, pero, ..la idea de aportar a su vida, emoción, riesgo, peligro...y cantidades ingentes de dinero, la trajeron mucho. Sólo era cuestión de probabilidad. Ya había invertido en Endessa, en Telefónica, en las grandes bolsas japonesas, se había comprado, un ático maravilloso que atribuyó a una muy complicada de conseguir hipoteca, un chalet en la costa que no atribuyó a nade porque lo mantenía aun en secreto, pendiente de percibir de su trabajo el éxito tan esperado por todos en su casa, para poder justificar dicho gasto.
Ahora hacía regalos mas caros y con más frecuencia que antes, conducía un bonito X5 nuevo, y sacaba brillo en el garaje del chalet a su mercedes biplaza de color azul que tanto le gustaba conducir en sus escapaditas secretas.Vestía igual de bien que siempre, pero ahora llevaba complementos que saltaba a la vista que le habían costado mucho más d elo que su sueldo le podía permitirse, asunto que ella hábilmente resolvía diciendo,
- No, ja,ja,ja, pero si es de imitación!-.
Llegado el momento, una vez todos se habían puesto a tono con whisky, ron, coñac, coca, l.s.d. ...los señores se dispusieron a quitarse sus costosas vestimentas.
Mientras los chofers inflaban uno de esos colchones que simulan camas, y lo vestían con sabanas de raso de colores.Las primeras sabanas fueron de color blanco. Una pena.
Como ya se dijo antes el juego era sencillo.
Previa partida de pocker el que sacara la mejor mano elegía turno.
Normalmente, cada uno había elegido ya a su chica, cuestión de la que se solían encargar los chofers, como en el caso de María. Siempre eran guapas, debían de serlo.
Y así, empezó el juego, mientras todos se sentaban cómodamente, o se mantenían de pié a un lado eso sí, para permitir la visión a los demás.El ganador de la primera mano de pocker se llevó a la chica ala cama improvisada, y le susurró a esta que empezara a hacerle determinadas cosas, de manera que la erección no se demoro en presentarse.
Como era de esperar prosiguieron practicando varias posturas, muchas de ellas muy gore, violentas, que incluían, fuertes azotes, ataduras e incluso insultos y degradaciones.
Después de un largo rato de sexo muy duro y muy salvaje, él se dejo caer abajo invitándola a tomar la iniciativa.
En ese momento, su chofer, sacó de un maletín un revolver se lo puso en la mano y éste apunto a la cabeza de la joven.
Ella se excitó muchísimo, tanto que sus jadeos se alzaron de volumen sin llegar a adquirir la categoría de gritos. Su cuerpo entero sudaba, pero desde ese momento eran auténticas gotas de pánico y adrenalina lo que le resbalaban por la cara, por los pechos, todos los muslos empapados.

Bang!

Sonó reverberante, fuerte, contra su frente.
Un humillo con olor a pólvora se percibió en el acto.
Él, que siempre disparaba, como todos, cuando estaba llegando al clímax, alcanzó su punto más álgido de excitación al ver la frente de ella hermosa y agujereada, limpiamente.
Terminó, de hacer lo que había ido a hacer allí, ya con el cuerpo de la muchacha sin vida.
Para eso pagaban tanto dinero y corrían tantos riesgos, para calmar, o potenciar, o experimentar un vicio, una versión del sadismo más cruento.
El revolver de seis recámaras, sólo se cargaba con cinco, con la idea de que hubiera un ganador, y por ende una ganadora.
Los chofers se dispusieron, una vez el primer invitado hubo terminado con regocijo sus juegos y placeres, a limpiar y cambiar las sabanas y ponerlas, esta vez azules, las que le gustaban a María pues de hecho era su turno y el de su compañero de partida.
De nuevo se repetía la escena, en la que un hombre practicaba sexo con una mujer joven y hermosa.
Fuera no paraba de llover, y el viento empedernido pegaba violento contra las paredes de la nave y contra el techo de duralita. Aquello era seguramente lo más parecido a estar dentro de un tambor enorme y tocado con saña. De nuevo el granizo hizo su aparición.
María, trataba de no pensar en lo que estaba haciendo, o dejándose hacer, más bien pensaba en el viaje que tenía proyectado a China, Egipto, Japón, Nueva York, una especie de tour estival.
Su compañero de partida, su sucio, como sucios eran todos , compañero de partida, empezaba a tener las contracciones típicas del orgasmo, el apretar de los dientes, el fruncir del ceño, los gemidos incontrolados...María ya sabía, porque lo había vivido otras siete veces lo que tocaba en unos segundos.
Y efectivamente, el chofer le cedió en revolver, ante la mirada expectante y exarcebada de los demás participantes y aterrorizada en el caso de ellas, pues, ..de salir victoriosa, ellas ya sabían que no dispondrían de ninguna oportunidad de salir de allí con vida.
Proclive desde siempre a este tipo de fantasías, a Maria le había gustado tener parejas como ella que la desearan y que la satisficieran en todos los campos sexuales. Exigente, pues era tendente al aburrimiento, le resultó que esta aberración, cumplía salvo por el detalle de morir, con todas sus expectativas, : sexo con un desconocido, esporádico, ante otras miradas, violento, trasgresor, y además, con ese alto riesgo que tanto la excitaba y hacía que se corriera casi en el mismo instante en que le apuntaba con el arma directamente sobre la frente, no sin antes lamer el ojo del revolver tal y como él le mandaba que hiciese. Se lo solía restregar por entre los pechos e incluso alguna vez llegó a introducírselo...En esos lugares, en esas situaciones, y por ese dinero, vale todo.Y así lo hizo...Después le apuntó en la frente y disparó.
Y así fue transcurriendo toda la noche, chica tras chica, millonario , tras millonario, sabanas de raso de colores, droga, whisky tras whisky...
Al término de la noche, ya prácticamente con el alba sobre los capos de sus coches, fueron metiendo los cuerpos sin vida en los maleteros, para deshacerse ellos, cada chofer se encargaba del suyo.

-Una buena partida.
-Sin duda.
-Hasta dentro de un mes.
-La próxima vez habrá mas suerte.
-Sí, otra vez será.
-Adiós caballeros
-Adiós.
-Adiós.

El chofer que había llevado allí a María la metió en el coche, estaba helada, su pelo aun estaba húmedo, y su rostro pálido.
No la devolvió a la cafetería.
Nunca lo hacía para no levantar sospechas.
Cada vez solía dejarla en un sitio diferente, pues era mucho lo que tenían entre manos, empezando por la cárcel.
El viaje de vuelta fue mucho más tranquilo, ya casi no llovía y la carretera esta vez si se podía ver perfectamente.

La carretera comarcal que atravesaban ahora bordeaba con un río de color verde azulado que a María le encantaba mirar siempre cuando volvían a esas horas.
Quizás porque estaba cansado y necesitaba parar un momento a tomar aire fresco, o quizás, y casi seguro, por hacerle un favor a ella, detuvo el coche a la orilla del río y se bajó para fumarse un cigarro, el último de la noche, después vendría el primero de la mañana.
Sacó a María del coche, llena de sangre envuelta en las sabanas azules de raso, y la tiro al río.
La vio hundirse, y empezó a pensar que esa misma noche tendría que buscarle sustituta.

-Otra vez será chica número veintisiete.

Tiró la colilla, se introdujo en el coche , arrancó y se fue.

martes, 22 de enero de 2008

historia 4: palabras de amor


CAPÍTULO PRIMERO



Cuando Ángela entró en el dormitorio, fue como entrar en otro mundo.
La persiana estaba medio bajada, y la poca luz del atardecer se filtraba creando finas columnas que iba a parar al suelo.La cama permanecía perfectamente hecha, como si su inquilino se hubiese ido a trabajar por la mañana y aguardara pacientemente su regreso.
La pequeña mesa tocador, soportaba una lamparita, un par de fotos, un peine y un frasco de colonia medio vacío.Un gran armario en el lado derecho presidía la habitación.
Ángela avanzó y subió la persiana dejando entrar más luz.
Corrió las cortinas a los lados y se volvió.Dio un pequeño respingo porque dos pies asomaban por debajo de la cama.Bueno, más bien eran dos zapatillas de estar en casa.Ángela sonrió e inclinó la cabeza y vio que efectivamente no había nada debajo.Sobre todos los objetos había una fina capa de polvo.
Como si el tiempo se empeñara en pasar inexorable sobre nuestras vidas, recordándonos que todo aquello que permanece quieto e inmóvil, es cubierto por el paso del tiempo.

Se acercó a la mesita y abrió el primer cajón.Había algunos pañuelos de tela pulcramente doblados.Cogió uno y lo observó.
Tenía grabado en él la palabra C.Carlos... ay Carlos...Se llevó el pañuelo a su nariz, y olió aquel olor tan familiar.
¿Cómo era posible que lo guardase?. Quizás había rozado su piel antes de guardarse. Había tocado sus manos impregnadas de su aroma antes de que el cajón preservase su olor.

A Ángela las lágrimas se le apelotonaban en sus ojos, como soldados paracaidistas dispuestos a saltar a la más mínima oportunidad.Dejó el pañuelo en su sitio, y abrió el segundo cajón.Había sólo un álbum de fotos.Ángela lo cogió y se sentó en la cama.
Fue pasando las hojas y esta vez ya el llanto no se puedo reprimir.Veía a Carlos, de niño, vestido para la primera comunión, con sus compañeros de colegio, vestido con un traje horrible, con camisa de chorreras, quizás para alguna boda. Con barba, y camisa hippie, encima de una montesa roja, con los amigos del trabajo...
Ángela ya no podía soportar las lágrimas y cerró el álbum de fotos.A veces ver la vida de alguien detenida en unas fotos puede ser, según las circunstancias muy duro.Dejó las fotos en el cajón y avanzó por la habitación hacia el armario.Al lado había una foto de Carlos, vestido con un traje negro. Al lado su mujer, con un radiante vestido blanco.

El día de su boda...
Ángela se secaba las lágrimas con el dorso de su mano...

El día de su boda...

Sin volver a mirarla, abrió el armario.Había muchos pantalones, chaquetas, camisas pulcramente dobladas, en sus perchas.Sin querer prestar mucha atención, fue cogiendo perchas y las fue colocando sobre la cama.Cuando tuvo un buen montón, salió un momento de la habitación y volvió con un rollo de bolsas de basura.Quitó una y la abrió, y empezó a meter ropa dejando las perchas a un lado.Había una sensación que le iba adueñando de su pecho. Como si algo le aprisionara, como si alguien la abrazara muy fuerte y no la dejase respirar.
Las lágrimas pugnaban por salir a borbotones y Ángela hacía verdaderos esfuerzos para contenerlas.No dejaba de recordar las fotos, esas malditas fotos.
¿Por qué las había visto?
¿Por qué?
Sólo venían esas imágenes a su mente, y el hecho de meter toda esa ropa en bolsas de basura...era como tirar la vida de alguien al contenedor.
Pero esas fotos... regresaban una y otra vez a su mente.
Una y otra vez...Con su barba, con aquella camisa desabrochada, con el pelo mojado por el mar...

La presión en su pecho era cada vez más fuerte.Así que Ángela cogió rápidamente la ropa que quedaba y la fue guardando en las bolsas que iba llenando.En la parte de abajo había algunas cajas llenas de cosas.Papeles, mas fotos, zapatos...
Sin prestar mucha atención fue guardando esas cajas también en las bolsas.

Y entonces es cuando aquella caja marrón de zapatos se le cayó al suelo y se abrió.

Su foto.

Había una foto suya boca arriba encima de lo que parecía un montón de cartas.

Ángela se agachó y con sus dedos temblando, se puso de rodillas en el suelo para ver aquella foto.
Si.
Era ella.
Con su vestido rosa.
Bueno la foto era en blanco y negro, pero la recordaba muy bien.
Lo estrenó para las fiestas del pueblo.Aquel mismo día le hicieron la foto.

¿Cómo diablos había llegado su foto allí?
Le había perdido la pista hacía tiempo...
Pero no entendía que podía hacer escondida en una caja de zapatos de Carlos.

Cogió los papeles que había debajo.Efectivamente eran cartas.Pero cartas sin enviar.No tenían nada escrito en sus costados.

Ángela cogió la primera del montón.La abrió con unos dedos que apenas podía ya manejar.La desplegó y leyó la primera línea...

"Mi amada Ángela"

Ángela se quedó de piedra, su corazón se paralizó y su pecho se negó a respirar.Su boca se abrió intentando atrapar algo de aire para sus pulmones... pero era inútil.
Era como si le hubiesen dado un puñetazo en pleno estómago y se hubiese detenido su vida.Sus ojos leían y releían esa primera frase una y otra vez.

No supo cuánto tiempo estuvo así...
Hasta que un gemido nació de su garganta.
Fue más un lamento.Y entonces llego el llanto.
Fue un llanto profundo, desgarrador, cruel, que nacía de lo mas hondo de su ser y que parecía arrancarle la vida en cada brutal arcada para coger aire.Más que llorar gritaba, gritaba con un dolor tan profundo que su garganta le dolía, sus ojos le ardían por las lágrimas que no cesaban de salir.
Su estómago se doblaba de dolor y Ángela se dobló sobre sí, con aquella carta contra su pecho y cayó al suelo con la cara completamente mojada en lágrimas.
Gritaba y gritaba de dolor.
El dolor de la pérdida y la comprensión.La comprensión tardía.Ángela seguía llorando y llorando...

Fuera el sol se ocultaba sobre el horizonte.
Y sus últimos rayos dorados se filtraron por la ventana.
El cielo empezaba a oscurecerse.

Llegaba la noche

Llegaba el frío

Llegaba el dolor.




publicado por Sueño




CAPÍTULO SEGUNDO





Mi amada Ángela


El día ha sido muy largo, como toda la semana.Hoy he salido con Pedro a tomar unas cervezas, para hablar del próximo fin de semana.
Pedro quiere que vayamos de cacería.
Ya lo tiene todo preparado, los jerseys de lana, la tienda, la cantimplora...la lista de ingredientes que tenemos que comprar para rellenar los bocadillos...
En fin que le hace ilusión, hace tres meses que no ha podido salir con lo de su rodilla, y ahora quiere aprovechar.

Pero a mi la verdad no me hace tanta. Lo que yo quería era quedarme aquí en casa, en el pueblo.Crees que no llevo pensando desde el año pasado en este fin de semana?
Las gloriosas fiestas del pueblo por fin han llegado, por fin están aquí. Y se acercan cómo agua de mayo para mí la verdad.

Si no hubiese sido tan tonto , si no fuera tan tímido,¡¡ ah!! Te habría pedido bailar el año pasado.
O te habría dicho algo al menos, no sé, te habría dicho
-prima¿ tienes sed?¿Quieres un refresco?
Pero es que no me atreví.


El caso es que al final sí que crucé unas palabras contigo, pero nunca te dije lo que realmente pensaba.
Recuerdo que estrenabas un vestido rosa maravilloso, que endulzaba aun más si cave los colores de tu cara. Nunca te había visto tan guapa, estabas distinta, parecías más mujer que muchacha, pero en cualquier caso, muchacha o mujer, una hermosura de niña.

Te hicieron una foto días antes, y te acercaste a mí para enseñármela.
Me preguntaste - qué primo, ¿salgo guapa o qué?
Yo me hice el duro, el digno, el vergonzosamente tímido, y te dije -bueno no estás mal Ángela, sales normal, no?

Así que, puedes comprender las ganas que tenía de que llegaran las fiestas otra vez y te volvieras a poner tan guapa, y decírtelo, y bailar juntos, y no sé quizás confesarte lo que siento por ti.

Pero, ahora la verdad es que ya no sé que hacer. Me da pena dejar tirado a Pedro.
Y no quisiera perder esta oportunidad que se me antoja ideal, para preguntarte si querías ser mi novia, y si tú aceptas claro, hablar con tus padres.
¡Dios mío!

¿¿He dicho mi novia??

¿Ves? Me pierdes....

Y ya puestos, me perderé del todo....al fin y al cabo mi querida Ángela, estas cartas como bien sabes , son sólo para mí.

Te las escribo para desahogarme, para poder decirte lo muy enamorado que estoy de ti, desde hace años. Lo mucho que pienso en ti, casi constantemente.Lo preciosa que creo que eres...

Ay! si te contara todos las noches que sueño contigo, y te cojo de la mano, y tu me sonríes y ...entonces, te digo que te quiero, y tú me dices que también me quieres...

A veces me siento como un chiquillo, y quizás lo sea. Un chiquillo enamorado, loco de amor por su prima Ángela.


Del cielo cayó un rayo de luz
que alumbró todo a su paso.
Era cándido, y de un color blanco.
Mi corazón que cree en Jesús,
lo buscó sin descanso.
hasta acertar con un milagro.
Era de hermosura sin par,
a campanas sonaba su voz,
caída del cielo sin más,
su bondad me robó el corazón.
Mi Ángela que mira con sus ojos de amor.
¿Qué es sino una criatura de Dios?

Por cierto, en un despiste tuyo cuando enseñabas la foto a tu madre a tus tías, metí la mano por medio y la intercepté. Espero que no la habrás echado mucho de menos. ¡¡Qué vergüenza si llegaras a adivinar...!!

Ahora al menos, puedo verte siempre que quiera, aunque en la foto tu vestido no sea rosa sino gris.

Siempre tuyo,
tu primo Carlos que te adora.



publicado por Emperatriz



CAPÍTULO TERCERO



El beso.
Aquel beso robado en la templada noche de agosto.
Aquel beso furtivo en las fiestas del pueblo.

Ángela tumbada en la cama de Carlos, no paraba de llorar, abrazada a un montón de cartas. Otras estaban esparcidas, abiertas por la cama. Con sus entrañas de sentimientos expuestas por primera vez a la luz del día.

Porque la luz del sol se filtraba por las persianas, llenando de luz la habitación.
Había pasado toda la noche leyendo las cartas y llorando.

Aquel beso...
Aún lo podía revivir como si estuviese allí ahora mismo.

Con el olor del verano; de las noches de verano. El olor del algodón de azúcar, el sonido de los niños en los caballitos, su vestido nuevo, la forma en la que olía y crujía la tela y se adaptaba a su cuerpo... la sonrisa que iluminó su cara cuando vió a su primo Carlos.

Sus pasos apresurados que le llevaron hacia él.El leve toque que dió con su mano en su hombro.

Las palabras...

-¡Hola primito!
Carlos se giró, y Ángela notó en su cara que no pudo reprimir un gesto de sorpresa. Sus ojos la recorrieron de arriba abajo.Ella mientras tanto dió una vuelta completa sujetándome los lados de la falda en un gesto risueño.
-Caray, primita. No estás nada mal. Nunca te había visto con este vestido. ¿Es nuevo?Ángela asintió con la cabeza.
-Pues me debes un baile. -la sonrisa de carlos era franca y de oreja a oreja. - Voy a ser la envidia del pueblo esta noche.
-Eso está hecho. -Si la sonrisa de Carlos, era amplia, la de Ángela al oir aquellas palabras era indescriptible.

Carlos fué hacia la mesa que había cerca de él, y soltó el vaso de vino que tenía en la mano. Se acercó a ella y levantó las manos con una sonrisa que podría derretir toda la nieve de las montañas.

El corazón de ella latía fuertemente cuando cogió esas grandes y ásperas manos y comenzaron a moverse lentamente al compás de la música. Los ojos almendrados de Carlos no se apartaban de los de Ángela. Había como una corriente hipnótica entre los dos que no se podía romper.

El sonido de la música, los niños, las voces; todo se hacía lejano. Era como si sólo estuviesen los dos bailando en aquella plaza.

El hecho de ser primos permitía a Ángela acercarse a él un poco más de lo que el decoro permitiría en otras circunstancias.

Carlos apenas usaba colonia, pero olía muy bien. Podía oler perfectamente el jabón de afeitar.El olor de la chaqueta, su propio olor corporal. Eran una mezcla de olores y sensaciones que Ángela tuvo que, en un momento cerrar los ojos y dejarse llevar por Carlos porque se estaba mareando.
¿Qué le estaba pasando?, que su primo le gustaba siempre lo había sabido. Pero siempre había podido mantener las distancias. Pero aquella noche estaba siendo distinto.Ángela apoyó su cabeza en el pecho de Carlos, pero las sensaciones y los olores se multiplicaron por mil.

-¿Estás bien?- dijo Carlos preocupado.
-No se... me estoy mareando un poco.
-Anda vente, siéntate un poco.

Carlos la llevó cogida de la mano hasta una silla y la sentó. Rápidamente fué en busca de un vaso de agua y se lo ofreció.
-Gracias, quizás he bebido mucho vino.- Le ofreció a Carlos una sonrisa tranquilizadora.
Carlos se agachó, dejó en el suelo, y cogió las manos de Ángela.
-¿Seguro que estás bien, primita?.Ella no podía dejar de mirar sus ojos, la línea de su mentón, el pelo recogido hacia atrás, sus pestañas. Todo llegaba hacia ella traido por su voz.
-Sí, seguro primo. Me quedaré aquí un rato para despejarme. Estoy bien, no te preocupes.

Y así estuvieron un buen rato charlando de cosas absurdas y tonterias. Hasta que Carlos vió a su cuñado y se marchó a tomarse unas copas de vino.

No podía parar de pensar en lo que le había pasado.Sí... seguramente había sido el vino dulce. No estaba acostumbrada a beber, y se le había subido a la cabeza, y con tanta vuelta...

Ángela cuando se recuperó se levantó y se fué a hablar con su madre y sus tías. Bailó con un tio suyo, con su madre, con su prima, y cuando ya le dolían las piernas de tanto bailar, alguién la cogio del hombro, y le dijo...
-Me tienes que conceder el honor...
Era Pedro. El mejor amigo de Carlos, y se le veía que estaba algo borracho.
Pedro siempre le había caído en gracia, era un chico muy guapo y simpático.
La verdad que él de siempre la había buscado, para algo más que una amistad, pero Ángela simpre le había dado largas, sin saber muy bien porqué.

Comenzaron a bailar, pero como él estaba borracho, tropezaban mucho, y chocaban con otras parejas. Ángela no podía parar de reir al principio, porque le hacía gracia la situación. Además a Pedro la lengua se le trababa, y resultaba muy gracioso.

Cuando acabó el baile se la llevó hacia la parte de atrás de la plaza cogida de la mano. En principio a ella la situación le parecía simpática porque era agradable ver como le gustabas a un hombre.

Cuando estuvieron solos, la música llegaba a lo lejos amortiguada por la distancia. Había una luna enorme en el cielo, y miles de estrellas salpicaban de luz su techo.Pedro entonces la abrazó y comenzó a bailar con ella con sus cuerpos pegados.
Ángela no sabía muy bien qué hacer. La situación aunque romántica era un poco tensa puesto que si alguien los veia...
Pedro era muy fuerte, y la sujetaba para que ella no pudiese escabullirse de sus brazos.

-Pedro, será mejor que volvamos.
-No te preocupes, nadie nos ve.
Pedro la miraba fijamente a los ojos. Los brazos de Ángela caían a los costados sujetados por los fuertes brazos de él.
Ella intentó escabullirse retorciéndose pero él no la dejaba moverse.
La situación empezaba a no gustarle.
Los ojos de Pedro ardían de deseo, y su cabeza empezó a moverse... acercándose a la de Ángela.
Ella sabía lo que iba a pasar, y si bien no le desagradaba, la situación no era ni mucho menos como ella había soñado.

Cuando los labios de Pedro se unieron a los suyos, Ángela cerró los ojos.

Cuando los abrió, una sombra los comtemplaba a lo lejos. Estaba inmóvil, erguida, con un vaso en la mano. No se veia quién era, pero la silueta para ella era inconfundible.

La sombra dejó caer el vaso al suelo, y se marchó lentamente, por la calle arriba. Con el sonido del cristal, Pedro se separó y miró hacia atrás. No vió a nadie pero soltó a Ángela.

Un nombre se repetía en la cabeza de Ángela.
Carlos... Carlos... les había visto besarse.

Pero qué hacía allí.

¿Los había seguido?
¿Por qué?.
¿Le había molestado verles besarse?

Preguntas sin respuesta hasta ahora. Hasta este mismo momento, hasta este mismo día.

En aquella cama plagada de cartas abiertas.

¿Qué hubiese pasado si no hubiese existido aquel beso?
¿Qué hubiese pasado si no hubiese existido aquella maldita guerra?

Eran muchas preguntas que iban encontrando respuesta.
Aunque cada respuesta se adentraba en las entrañas de Ángela como un puñal ardiendo.

Había vivido una vida equivocada.

Una vida fingida.

Una vida que quería olvidar.

Sólo quería volver,volver a aquel baile y ..arreglar las cosas.

Sólo eso.

Y con ese pensamiento quedó dormida.





publicado por Sueño

historia 1: los hijos de la luna


CAPÍTULO PRIMERO: LOS HIJOS DE LA LUNA BLANCA






Era de noche, con un cielo negro oscuro.

El cielo estaba plagado de estrellas, y la Luna Blanca, estaba
especialmente brillante, y grande, mucho más que cualquiera de
las otras dos lunas vecinas, con las que compartía las alturas, la
Luna Verde, o la Luna Roja.

En el Acantilado de Clame, Mara esperaba junto a su marido Ares, el momento de dar a luz. Era costumbre en su familia que las mujeres fueran allí, a traer a sus hijos al mundo.
Todo el lugar era de piedra. El suelo, las paredes escarpadas del precipicio, la pequeña cueva en la que Mara aguardaba la feliz llegada de su primogénito...

La piedra era fría, lisa, negra , muy brillante, tanto, que reflejaba la luz de las estrellas y la luna. Lo que convertía a aquel pico, en un lugar sublimemente iluminado por la propia fuerza de la naturaleza.

Todo era calma , un magnífico silencio reinaba la madrugada.

Llegado el momento, Mara se dirigió fuera de la cueva, hasta el saliente más alto del pico en el que se encontraban. Quedó fascinada por la luz que se iba incrementando por momentos, debido a la intensidad con la que la Luna Blanca brillaba esa noche, y al reflejo de la misma en el cielo del acantilado.

Era un espectáculo digno de ser visto, y ella estaba allí, agachándose, y pariendo, con un sólo esfuerzo, de un único empujón, a su hija.

Ares, que estaba junto a su mujer, sujetó al bebé entre sus calientes manos.

Y sintió como el corazón se le iba directamente a sus dedos, los mismos que tocaban ahora a su hija, su primera hija, que estaba mirándole con sus ojos de recién nacida. Estaba llena de sangre y manchada con la placenta, era tan pequeña al lado de ellos...

La sujetó con una sola mano, para llevarla al interior de la cueva, donde habían preparado, telas y agua del río, para limpiarla, y con la otra mano, ayudó a Mara a levantarse. Estaban radiantes de felicidad, mirándola, mientras caminaban lentamente por las molestias que sentía ella.

De pronto una gota de agua, de lluvia, cayó en la frente de la niña, arrastrando parte de la sangre .Ares, miró al cielo, sorprendido, pues, la noche estaba clara y despejada.

Entonces algo pasó, que, llamó su atención. Otra gota, cayó de nuevo en la carita de la pequeña, limpiándola, y dejando ver su rostro muy blanco, sus grandes y redondos ojos negros. Otras gotas cayeron sobre su pelo, negro liso y abundante. También sobre su pecho, sus bracitos, las manos, las piernas, los piececitos ...

La lluvia lavó, limpió el cuerpo de la pequeña. Ares y Mara , no salían de su asombro, pues, la lluvia, solo caía sobre su hija, mojándola, mágicamente, únicamente a ella. Delicadas gotas, que suavemente habían acariciado la piel de la recién nacida, lamiendo los restos de su nacimiento.

Ahora, mojada, relucía como un diamante bajo los haces de luz de la magnífica Luna Blanca, que parecían incidir sobre ella con especial intensidad.

Ares, empapado, eso sí, en sus propias lágrimas, alzó el brazo al cielo con su pequeña en la mano, y en ese momento Mara la llamó Eileen, hija de la luz.
















....................................






Al otro lado del acantilado, entre la espesa vegetación, de altos árboles, de copas frondosas de hojas verdes y coloridos frutos y alegres flores, la luz de la Luna Blanca penetraba tocando el suelo verde cubierto de suave césped, los troncos alargados hasta el cielo, las hierbas que crecen caprichosamente por doquier, la tierra fría ...Tocaba también ,llenándolo de luz, un hermoso lago, de aguas quietas , celestes y cristalinas. Con bellos nenúfares en la superficie, que parecían con la luz de esa noche, perlas flotantes, que como en un sueño, magnificaban la hermosura de ese paisaje de fantasía. Allí, junto a la orilla del lago, la misma lluvia que había bendecido a Eileen, bendecía ahora, con su misteriosa caída, a otro recién nacido.

Conforme las gotas le iban resbalando por el cuerpo, se descubría una piel radiantemente blanca, como la de Eileen. Las gotas que caían por su cabeza descubrían ,un pelo plateado largo y sedoso. Las que caían en su rostro, unos ojos negros de maravilloso esplendor. Las que cayeron sobre su frente, un hermoso cuerno largo, afilado, enrollado en espiral, del color de las perlas del mar, que al recibir sobre él los rayos lunares, desprendió tal reflejo, que todo pareció realmente mágico.

Su padre, un corpulento y hermoso unicornio alado, maravillado con aquella visión, le llamó Badar, hijo de la Luna llena. A lo que su madre sonrió encantada.



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CAPÍTULO SEGUNDO: EL HIJO DE LA LUNA ROJA











Jocel dejó caer la leña que llevaba en sus brazos y echó a correr en la oscuridad del bosque.

De nuevo se repitió lo que le había hecho paralizar su corazón...el grito desgarrador de su mujer.Avanzó corriendo apartando las ramas, arañándose, cortándole las mejillas, haciéndole sangrar profusamente por sus antebrazos.


Llegó al claro y aceleró todo lo que pudo su carrera hacia la cabaña de piel que había en su extremo. El humo blanco de la chimenea salía por su techo hacia el cielo.

Allí la Luna Roja parecía dominar el firmamento. Las otras dos lunas no podían sino replegarse a su poder, parecían mas lejanas que nunca. Como si no quisieran inmiscuirse.

Era como si la luna hubiese descendido y se hubiese acercado increíblemente a la cabaña. Parecía más grande que nunca y su color parecía bailar, como si fuese sangre líquida lo que le diese color.


Con el corazón golpeando su pecho y la respiración entrecortada, por el tremendo frío de la noche, llegó hasta un montón de leña y recogió sin pararse una pequeña hacha y siguió corriendo hacia la puerta de esta.


Cuando entró el que estuvo a punto de gritar fue el.Su mujer yacía en el suelo en medio de un gran charco de sangre. Sus faldas estaban totalmente empapadas, y la sangre manchaba las pieles que cubrían el suelo.Jocel sólo veía sangre por el suelo. Rojo por todos lados. Por el hueco del techo entraba una luz rojiza que parecía cubrir a su mujer y acentuar el rojo de la sangre.


Su mujer volvió a gritar y esto le hizo salir del trance.Se agachó hacia ella y le sujetó la cabeza. Estaba completamente blanca, con un gesto de dolor, y apretando los dientes, consiguió decirle a jocel que su hijo estaba naciendo.Un nuevo grito le hizo abrir la boca y gritar.

Era la primera vez que Nora iba a concebir, pero Jocel jamás había imaginado aquella sangría.

Apartó sus faldas y preguntó qué debía de hacer.


Estaban solos. Completamente solos. Su hijo se había adelantado a su nacimiento natural, y dentro de dos semanas tenían pensado marchar al poblado.

Nora volvió a gritar, y sus piernas se abrieron. Sus manos manchadas de sangre se aferraban a las alfombras.Jocel trajo agua y mojó unas telas cercanas y limpió los muslos de su mujer. Sus manos temblaban, el olor de la sangre le mareaba, y los gritos de su mujer se le clavaban en su cabeza y no le dejaban pensar.


Puso su mano en el vientre abultado de su mujer para ayudarle a empujar... y entonces sintió como si algo le golpeaba la mano... como si un golpe brusco y fuerte hubiese golpeado desde dentro el vientre de Nora.


Los ojos de Jocel se agrandaron y apartó la mano asustado . Nora gritó de dolor por el golpe y su espalda se arqueó.Una patada... se decía Jocel, sólo ha sido una patada.Pero su mente no podía apartar el golpe tan tremendo que había sentido. Como si su hijo no permitiese que lo tocasen y se quisiera abrir camino él solo sin ayuda de nadie.Nora se sujetaba la barriga llorando de dolor y sin poder parar de gritar. Su piel tenía un aspecto pálido, pero la luna roja, por el hueco del techo, le daba un color terrible. Miraba a Jocel como suplicando que le ayudara.


Jocel volvió a poner su mano en el vientre y empujó cuando notó las contracciones en el cuerpo de su mujer. Volvió a sentir aquel empujón y un escalofrío recorrió su cuerpo, pero esta vez no se permitió apartarse, empujó fuertemente, a pesar de los gritos de Nora.La sangre no paraba de salir... Jocel fue a buscar mas tela para limpiar a su mujer y cuando volvió se quedó paralizado.La cabeza del niño había salido ya.

Estaba entre los muslos de su mujer, totalmente manchados de sangre, tenía el pelo muy moreno, y la piel muy blanquita, increíblemente limpia... como si su piel no tocara a la de su mujer y no se manchara.Pero lo que paralizó a Jocel era sus ojos.Los ojos de su hijo estaban abiertos y le miraban.Le miraban a él directamente.

Sin pestañear.





Nora en aquel momento arqueó la espalda... lanzó el grito mas terrorífico que Jocel había oído en su vida... y cayó sobre el suelo inmóvil.Este se acercó rápidamente a su mujer, y le levantó la cabeza.Sus ojos estaban cerrados.

Acercó su cabeza a su pecho y su corazón no latía.


Jocel lanzó un grito de desgarro y dolor...Lloraba y se abrazaba a ella gritando su nombre, apartando el pelo de su cara, besándola, tocando su piel fría, acariciando sus labios agrietados, besándolos. Implorándole que no le dejara, que no se fuera, que volviese...


No podía perderla, no podía irse. Su mente se negaba a aceptarlo. Era imposible. Ayer estaban los dos haciendo planes para el futuro cuando naciese su hijo.

Y ahora...

Un pequeño susurro...

Su hijo... Jocel había olvidado completamente a su hijo.


Depositó la cabeza de su mujer suavemente en el suelo y se agachó al lado de sus piernas.De nuevo quedó paralizado...Aquella mirada...


Su hijo continuaba mirándole fijamente... como si le pudiese ver... con una mirada desafiante.Jocel se preguntaba cómo era posible.Casi con miedo cogió con sus manos la cabecita del bebé... estaba frío, debía de darse prisa, porque la noche era gélida.Metió un poco los dedos y le sujetó por los hombros, y tiró hacia afuera...

Casi sin esfuerzo el bebé salió.Lo depositó sobre el suelo y buscó unas cuerdas para atar el cordón, y a continuación cortarlo con su navaja. Luego lo envolvió en una piel de cabra, y se acercó al fuego que ardía en el centro de la cabaña para que cogiera calor.

Sus ojos... parecían rojos.

Quizás fuese por la luna roja que estaba justo encima de él derramando su luz.Entonces vio que una gota de agua cayó sobre su frente, y luego otra.. y otra...


Jocel miró hacia arriba y vi0 las finas gotas caer por el orificio del techo.Pero el no se mojaba...Sólo su hijo.Se apartó rápidamente para que no cogiese frío y con su propia mano secó la cara de su hijo.Notó dos pequeños bultos en su frente... justo por delante, en el principio del nacimiento del pelo negro.


En un principio no le di importancia.Pero sus ojos...realmente parecían rojos, eran de un color celeste que jamás había visto.Cuando movió su brazo para cogerle mejor... notó algo duro en la espalda de su hijo.Con su mano rozó la piel que lo cubría, y vio que no eran imaginaciones suyas.

Con mucho cuidado depositó a su hijo sobre el suelo, lo destapó y le dio la vuelta...No hacía falta tocarle... se notaban perfectamente dos pequeños bultos a los lados de los brazos. Sobre los omóplatos.Jocel no entendía nada.Volvió a tapar a su hijo y lo levantó en brazos.


Miro el cuerpo de Nora, con sus ojos cerrados y su pelo negro sobre el suelo, y lloró.

Lloró durante toda la noche por el amor que había perdido

Por su compañera

Por su mujer

Por los momentos vividos

Y lloró por su hijo

porque supo que su hijo la había matado

Y lloró porque supo que su hijo era especial, diferente.Y lloró durante toda la noche.


Fuera la luna roja reinaba en el firmamento.

Su color rojo intenso.Su maldad suprema


Su hijo había nacido y una nueva era se avecinaba.

Habían nacido el dolor y el sufrimiento.


Había nacido Elgar.

.






Hijo de la luna roja.








.

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CAPÍTULO TERCERO: EL HIJO DE LA LUNA VERDE










Debían ser cerca de las seis y media de la mañana, y la luz del día empezaba a antojarse en el horizonte, justo donde se juntaba el cielo con el mar en una línea imaginaria.


Todo estaba muy tranquilo, el cielo totalmente despejado de nubes y de estrellas, salvo las más valientes y brillantes. El aire, una delicada brisa templada y muy suave, que peinaba la agradable y vasta pradera poblada de verde y largo césped.

Al fondo el susurro de un bosque frondoso cuyas hojas silbaban crujientes mezclándose con el murmuro de las olas espumosas que lentamente iban a romper en la orilla de la playa.


El sol ya hacía su aparición dotando a la mañana de un ambiente especial y diferente, pues su típico color anaranjado, rojo y amarillo se confundía en el cielo inmenso con el verde que irradiaba desde la noche, la Luna Verde la cual había salido llena, hermosa e inusualmente cercana a la Tierra.


Se podía oler aún el rocío en las hojas, la humedad salada de la marea, y el humo que salía de la chimenea, proveniente de un buen fuego en que se había cocinado la cena de la noche anterior, ahora el desayuno, y hervido agua y paños.


Dentro de la cabaña, de robustas paredes de piedras redondeadas, fuerte techo de madera y una mezcla de barro y paja; el suelo crujía con las pisadas de un hombre que se vestía y una mujer que simplemente le perseguía por la estancia.


-¿¡Es que no entiendes que me dejas inquieta!?


-¿¡Es que no entiendes que prefiero que te quedes inquieta, pero a salvo aquí!?


-Que no...Que no me convences Oberón, ¡me da miedo! ¡Es demasiado absurdo! Ya me lo parecía venir hasta aquí, pero accedí por ti, y porque vendríamos los dos juntos. Pero esto francamente no me parece tan buena idea, además no sé por qué te preocupas tanto, yo la verdad me veo muy capaz para acompañarte... y qué demonios! ¡¡Soy tu esposa!! No puedes pretender dejarme y que yo me quede aquí sin rechistar!

Así que lo siento amor mío, pero yo me voy contigo, no pienso abandonarte.


-Mira Elena, no se trata de que no crea que no eres capaz, ya sé que montas con los ojos vendados, y sé lo fuerte que eres, me lo has demostrado durante todos estos años. Sé que no hay un solo cabello de cobardía en tu melena, y desde luego que no dudo de tu lealtad y de tu amor, pero Elena, esto, lo creas tú o no, y sé que no me crees, es muy peligroso, y si no lo es aun... lo será, te lo aseguro, y ya no estamos hablando solo de nosotros dos, de ti y de mí.



Entonces Elena se giró y la reacción de sonreír surgió instantánea en cuanto vio a su hijo.


Tenía apenas unas horas de vida, y estaba tranquilito y envuelto en una capa blanca de encajes y brocados que antaño fue de su padre. Su primogénito era un varón precioso de piel dorada, grandes ojos verdes y pelo castaño, con una naricita chata y unos labios perfectos. Era una mezcla exacta entre su padre y su madre.


-No me convences, pero está bien, tienes razón en una cosa, así que de momento nos quedaremos aquí y te esperaremos, y partiremos a casa a tu regreso.

Pero mi amor, de verdad, tú tienes un problema y es que te tomas demasiado en serio la profecía que te contaron tus padres de pequeño. Y la realidad es que esas cosas no existen, pero en fin, me rindo contigo, estás obsesionado y yo no puedo hacer nada para sacarte esas ideas absurdas de la cabeza.

De todas maneras, prométeme que vas a tener cuidado y que vas a volver a por nosotros, ¿sí?


-Eso ni lo dudes. Cuida de nuestro hijo, y ve pensando un nombre digno de su linaje. En cuanto lleguéis lo bautizaremos.



El hombre besó a su esposa, se puso la corona y salió de la casa para montarse en su caballo y alejarse al trote.


Su esposa, no cerró la puerta, sino que se dirigió a la cuna para coger a su bebé y sacarlo en brazos para que despidiera a su papá.


Pero cual no fue la sorpresa de Elena al contemplar que sobre la carita de su hijo caían unas misteriosas gotas de agua, que entraban por la ventana traídas como en un haz verde de luz que iluminaba de este mismo color al recién nacido.


Se arrodilló ante él y su expresión cambió.
Le cogió y le llevó hasta el quicio de la puerta para que despidiera a su papá.

Mientras miraba la silueta cabalgando de su marido, pensaba...Y finalmente pronunció las palabras:


-Tú eres mi hijo, hijo de una profecía, hijo de un linaje real, hijo de un destino...


Te llamaré Éverard, el Valiente hijo de la Luna Verde.






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CAPÍTULO CUARTO: EL ENCUENTRO.

Bajaba corriendo como un torbellino, a través de la hojarasca, pisando con fuerza la tierra y piedras bajo sus pies, rompiendo raices y ramas que se oponian a su marcha.

Lloraba con rabia y trataba de escapar de aquel sentimiento que la tenia presa.El pelo suelto se le enmarañaba al roce con el viento y la vegetación.

Su piel nacarada llena de arañazos, rumiaba su frescura bajo el sudor que manaba con la carrera por el frondoso bosque.Todo era verde y tierra, excepto ella cuya luz interior irradiaba como una luciernaga que ilumina en la noche la más oscura de las cuevas.Llegó a la orilla de un lago cristalino de aguas muy frescas y tranquilas y se detuvo para descansar y tomar aire.Se recogió las faldas de sus vestido el cual había roto y dehilachado por el camino, y descalza, con los pies ensangrentados, se metió en el lago para beber.Se estaba resfrescando, pensando en la absurda prohibicion de su padre de no volver a salir de casa mientras el cielo permaneciera teñido de aquel rojizo color.Pensaba en los planes que habian hecho para que se fuera lejos, y en como ella se habia negado a irse de su tierra, y alejarse de su familia y de su clan.

Pensaba en qué podia hacer para continuar su vida normal, siendo feliz como hasta ahora cuando de pronto, vió como unas hondas en el agua crecian en dirección hacia sus pies.

Levantó poco la mirada dejando caer el agua de su mano, y vió por primera vez lo que tantas otras había escuchado.

Su presencia era imponente, alto y fuerte, hermoso y de apariencia mágica. Todo su cuerpo era blanco, y su pelo plateado y largo ondulaba al viento con altivo porte majestuoso. En su frente un magnífico cuerno de hueso y plata le daba la distinción de principe de los bosques.

Iba directo a ella, con una dulce expresión en sus ojos , llamado por la atencion que había despertado en él, la blancura y resplandecencia que la piel de aquella muchacha lucía, tal y como la lucía la suya propia. También los ojos de ella eran distintos a los demas ojos qu ehabia visto antes en humanos.Estos eran grandes y negros, pero con un brillo especial, como el brillo que de sus propios ojos.

Ella maravillada con aquella visión, casi impulsivamente extendió el brazo para acariciar al unicornio, como queriendo asegurarse de que no era una vision, y para que si efectivamente no lo era, tocarlo, tocar aquel ser tan bello.

Pero algó sintió el unicornio. Su tranquilidad se vió turbada por otra presencia en el lago, entre los arboles, escondida a traición.

Comenzó a reirse a carcajadas, y la muchacha se asustó, e instintivamente se ocultó tras el unicornio al tiempo que este avanzaba posicionandose delante de ella en actitud protectora.

Seguia riendose, con sarna aquella voz grave de hombre joven cuya figura no se distinguia bien aun entre la vegetacion, pese a que lentamente se iba acercando a la posicion de aquellos dos.Cuando finalmente era visible a la luz del sol, su piel roja y sus cuernos en la frente y en los hombros, relucian como piedras preciosas. Sus ojos rojos eran sin duda muy expresivos, y su risa seguia oyendose salir de aquel cuerpo atlético y hermoso, de aparencia demoniaca.

El unicornió sintió como una punzada en su pecho, y dió un paso atrás, pues, había oido hablar del ser al que ahora tenía frente sí. El maligno, el enviado, la sangre de la Luna Roja en carne y hueso, con toca su crueldad, estaba allí mismo, en el Lago de los Unicornios.

El mismo día en que sorprendentemente por primera vez había llegado hasta allí un humano.

Ella en cambio, no fue miedo lo que sintío punzante en su pecho, y dando un paso al frente, se adelanto para mirarle mejor, y al clavarle sus ojos negros de chiquilla en su mirada cruel de chiquillo , dejó reir.

Estupefacto, pues jamas nadie lle había mirado con vida durante tanto tiempo, le advirtió que si no tenía miedo de él, lo tendría. Que sus destinos estaban escritos y que aquel encuentro no era casual. Le contó como la Luna Roja había guiado sus pasos a traves de campos, poblados, montañas, y rios, hasta llegar a aquel lugar, y como en su andanza había dejado hacer a su instinto auqello para lo que había nacido, el mal.

Ella continuaba mirándole, pero seguía sin sentir temor. Se Presentó a aquel muchacho y le deseó suerte en su travesia, aconsejándole que no pasara por su pueblo, pues le estaban esperando desde siempre para matarle y acabar con la profecia de la Luna Roja.

De nuevo él río, sin dejar de mirar fijamente a los ojos de ella, mientras le preguntaba por qué no le mataba ella misma con sus propias manos. A lo que ella respondió, que no tenía nada que hacer ante un ser tan terriblemente poderoso, y que prefería quedarse alli en el agua, hablando con él.( Observando el extraño fondo negro de sus ojos rojos.)

-Está bien Eilen, por esta vez te dejaré ir con vida, a ti y a tu caballo. Pero volveremos a vernos y entonces...

Y dándose la vuelta desapareció.





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CAPÍTULO QUINTO
: SU NATURALEZA




- Aquí, ponedlo aquí.

Los hombres colocaron el cuerpo del hombre moribundo sobre la mesa, despejamdo con sus antebrazos las copas y platos que tenía encima.

El anciano se acercó al hombre que allí yacía.
Tenía en la cabeza una enorme brecha por la que sangraba profusamente y le bañaba el rostro de sangre. No sobreviviría mucho tiempo.

- ¿Qué ha pasado?- preguntó mientras apoyaba su mano en el pecho del herido.

El hombre movía los ojos en todas direcciones como si buscase algo. Los tenía completamente abiertos, y no paraba de girarlos balbuceando al mismo tiempo frases inconexas.

- Emer, tranquilízate. - El anciano colocó su cabeza en el punto de mira del hombre.

Este, por un momento fijó sus ojos en él, e intentó hablar, pero la propia sangre le impedía hacerlo con claridad y sus palabras eran ininteligibles.
El anciano cogió una tela y limpió lo mejor que pudo el rostro y boca de Emer.
Con sus manos le sujetó la cabeza, como para obligarlo a mirarle a sus propios ojos y tranquilizarle.

-Qúe ha pasado?

Lo que dijo provocó un escalofrío en todos los presentes.

-El Demonio Rojo... el Demonio Rojo nos atacó. - Le siguieron una serie de toses profundas salpicadas de sangre. El anciano entrecerró los ojos. Esa sangre no era de la cabeza, también tenía heridas por dentro. Le quedaba poco tiempo.

-¿Dónde ha sido, Emer?, ¿dónde?

- Mi hija... está alli. Mi hija... - Sus palabras eran entrecortadas e interrumpidas constantemente por toses. - Oí gritos y ví a mis hermano muertos, y cuando corrí a buscar a mi mujer... la encontré a la orilla del río... -No puedo reprimir un sollozo.- Creo que también han muerto Ner, y Borem.

Los presentes se miraban estupefactos.
El Demonio Rojo... Elgar, estaba en la aldea. ¿Por qué?, ¡Qué desgracia tan grande había caido sobre ellos!
-¡Mi hija, por favor salvad a mi hija!, Estaba por el río, no puede llegar a ella, le ví, le ví... - Su respiración era cada vez mas agitada, y el tono de su voz más alto. - Intenté herirle con mi hacha pero no se ni cómo me la cogío y me golpeó. Tiene la fuerza de cinco caballos, y es alto como un árbol. Me hice el muerto para que no me rematara...

La tos se hacía cada vez más intensa y la sangre ya manaba de su boca.

-Tranquilo Emer, encontraremos a tu hija.

-No se puede matar a Elgar, ¿ No lo entendéis, esque no lo entendéis?. - Su voz era casi un grito. - ¡Salvad a mi hija por favor!, debéis de salvarla, Elgar no tiene piedad de nada ni de nadie. ¡Salvadla! - Y diciendo esto quedó inmóvil sobre la mesa.

Todos quedaron en silencio.

- Ha muerto.- Sentenció el anciano y cogiendo una piel lo cubrió.

En silencio salió a la calle donde todo el poblado esparaba.
Los miró, sabiendo que esperaban órdenes suyas. Pensó durante unos sengundos y habló:

-Que cinco hombres vayan al río y busquen a la hija de Emer. Los demás se quedarán aquí. No quiero que nadie se aleje del poblado, si nos dispersamos seremos presa fácil. Si permanecemos en grupo puede que no se atreva a acercarse. Las mujeres y niños que se refugien en el molino.

Inmediatamente todo eran gritos y prisas. Niños llorando y hombres acarreando hachas que, nerviosos y asustados no sabían muy bien qué hacer ni a dónde ir.

Los cinco hombres elegidos partieron inmediatamente, y en pocos minutos llegaron a los alrededores del río con la respiración agitada. Se miraban unos a otros asustados, esperando que alguien tomara la iniciativa.
Entonces uno de ellos apuntó con un dedo al borde del bosque.
Los demás siguieron con la mirada la línea que indicaba su dedo, y pronto quedaron sin respiración.

Sin apenas mirarse y mediar palabra, se acercaron.
Era Borem, no cabía duda. Se encontraba tirado en el suelo en una postura imposible.

Las manos apretaron las hachas hasta que los nudillos quedaron blancos. Por un momento la rabia pudo al miedo, y gritando... casi deseando que lo que oyese aquellos gritos enloquecidos huyera, entraron dispersándose en el bosque.

Loth iba apartándo las ramas de su cara con el hacha, pero aún así, pronto empezó a sangrar por la multitud de arañazos que se produjo en su loca carrera. Oía los gritos de sus compañeros cada vez más lejanos y pronto, muy pronto, se dió cuenta del error que habían cometido.

Entonces sus pies se enredaron en la raíz de un árbol, perdiendo el equilibrio con el impulso que llevaba y cayó de bruces en el suelo.

Perdió su hacha que quedó a unos metros de él. Se levantó como pudo sangrando mucho por la nariz. Le dolía muchísimo. Se la tocó y lanzó un grito de dolor. Estaba rota.
Miró a su alrededor y sólo veía arboles y más arboles.
Con la manga limpió su nariz que no paraba de sangrar y entonces se dió cuenta...

Silencio.

Todo era silencio. No se oían los típicos ruidos del bosque. De hecho no se oía nada. Era como si incluso la brisa hubiera cesado su suave roce con los arboles. No se oían sus compañeros, las hojas al moverse, los animales... nada.

Loth gritó llamando a sus compañeros sintiendo como la mano del miedo apretaba su corazón.
Giraba en torno a sí, buscando con ojos como platos su hacha.
Volvió a gritar esta vez mas fuerte, casi quebrándosele la voz.
El miedo le hacía casi sollozar y tener fuertes temblores en las piernas.

Y entonces lo oyó.

- ¡No grites!

Quedó paralizado. Y se volvió hacia donde había venido aquella voz de niña.
Era la hija de Emer. Estaba escondida detrás de un árbol. Y le susurraba que no gritase.

-¡No grites, o te escuchará! - Dijo entonces.

Loth sonrió profundamente acercándose a ella. Aunque fuese muy cobarde reconocerlo, el hecho de no estar solo, le infundía valor.

Cuando faltaban unos pasos para llegar a ella, su sonrisa se apagó. Su rostro quedó paralizado así como su cuerpo.
A pocos metros de ella, apoyado en un arbol, sin que la pequeña se diese cuenta estaba Elgar. Le miraba con el más absoluto de los desprecios.
Loth quedó inmóvil.

Era algo, muy alto, sobre su cabeza sin pelo aparecían dos cuernos. Su torso desnudo y musculado resplandecía con su piel rojiza. Era el ser mas bello que Loth había visto jamás, y también el que desprendía mas maldad en cada poro de su piel. Sus ojos rasgados le miraban con total y absoluto desprecio.

- No me hace falta oir los gritos que dáis. La verdad que desprendéis un olor tan nauseabundo los humanos que os podría localizar a millas de distancia.

La pequeña lanzó un grito al darse cuenta que Elgar había estado detrás de ella todo el tiempo.
Empezó a correr despavorida.
Vió como el hombre corría hacia el hacha también y entonces algo pasó a su lado...
Era Elgar.

Corría con una facilidad y rapidez pamosas. A pesar de su estatura y corpulencia, se movía grácilmente, con unas enormes zancadas.
En pocos pasos llegó hasta el hombre, lo alcanzó y le dío un tremendo golpe con sus manos desnudas.
Lo lanzó sin aparente esfuerzo a casi cinco pasos y éste cayó como un guiñapo contra el manto del bosque.

La niña quedó paralizada en su carrera.
Elgar estaba delante de ella, y poco a poco se volvió.

- Sois tan despreciables.

Para Elgar el olor de los humanos era insoportable. Miró hacia el cielo donde un rayo de luz se filtraba por entre los arboles. Cerca estaba el río. Podía olerlo y sobre todo oirlo.

Y sin saber por qué... Se acordó de Eilen y del encuentro en el lago.
Desechó aquel pensamiento rápidamente y avanzó hasta la niña.
Y de nuevo volvió... Eilen y el unicornio.
Y sus pensamientos se centraron en lo que había venido a hacer
Pasó al lado de la pequeña y movío un brazo.
Siguió su camino sumido en sus pensamientos.

La pequeña le miraba con sus ojos ciegos...
...Tirada en el suelo con la cabeza vuelta en un giro imposible.









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CAPÍTULO SEXTO: ELGAR DE PASEO



Camina lento, cada paso suyo pesa como una montaña, así lo siente el suelo por el que avanza, parsimonioso, tranquilo. Como su respiración, que se detiene en todos los olores de la vegetación, del campo que atraviesa.
Deja un rastro de gotas de sangre que chorrean del hacha que sostiene firmemente con su mano izquierda.
Él ni siquiera es zurdo.

Nunca le hizo falta arma o instrumento alguno para arrebatar la vida de cuantos se le ponian por delante.
Pero el capricho, como prueba para saber que se podía sentir, se le antojó interesante.
Y lo cierto es, que pese a lo lento que le había resultado, si que encontró en los por menores de abrir cuerpos y desmembrarlos un renovado aliciente.
Después de todo, sólo agarrarlos por el cuello para rompérselo, por ejemplo, era algo tan extremadamente sencillo, que su naturaleza práctimanete le exigía o le suplicaba algo de vigor en sus actos.

Diestro de ambas manos, con la fuerza de un toro mitológico, torpe por lo novedoso, en maniobras como la que iba a emprender, sujetó a su primera presa del cuello , pero con la fuerza minimamente indispensable para, mantener pegado al suelo de tierra rojiza su cuerpo , y con la mano izquierda provista de aquel improvisado y escogido nuevo utensilio que , tantas veces había visto en manos de hombres para talar árboles, apilar leña, descuartizar piezas de caza. Calculó meditadamente la distancia y la fuerza que habría de emplear para propinar golpes precisos en cada movimiento.
En cuantó comenzó , la carne se abrió fácil, al momento, y las costillas lucieron limpiamente seccionadas. La sangre no dejaba de brotar, y también otros fluidos, y fragmentos de grasa, órganos, y astillas, todo ello mezcla entre compacto y deshecho.

No le pareció mucho más útil aquel hacha que su pulgar, pero, se rindió ante la evidencia de que le confería a aquella tediosa sed suya, un nuevo cariz, al que le podía sacar mucho partido, poniendo algo de imaginación por su parte. No perdía nada por experimentar un tiempo, antes de volver a sus prácticas artes.




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