viernes, 25 de junio de 2010

Una playa



Javier y María caminan por la playa.

Es una tarde cualquiera, en una ciudad con playa cualquiera.

Está atardeciendo, apenas hay gente.

Pero eso a ellos les da igual, ni se percatan.

Se sienten tan afortunados de tenerse, de haberse encontrado, de poder compartir esos momentos juntos.

Esos momentos tan sencillos...Tan valiosos...

Durante todo el paseo no se sueltan de la mano, mientras hacen bromas, ríen...

Y a veces uno tira del brazo del otro y le atrae hasta sí, para darle un abrazo, o un beso.

Y se miran a los ojos, a veces, tan profundamente, que se pierden ...

Y sus labios dibujan una sonrisa de forma inconsciente, que lo llena todo.

De sus bocas salen palabras tiernas de amor, palabras muy sentidas que nacen del corazón, las cuales brillan por encima de los rayos crepusculares del sol.

Es una tarde cualquiera, en una playa cualquiera, y ellos, sólo son una pareja cualquiera de enamorados.

miércoles, 9 de junio de 2010

El dueño del Mundo




Caminando errante por la orilla , el mar me relaja y el viento me arrulla, …

El sonido que mis pies hacen a cada paso, hundiéndose entre las piedras mojadas, me gusta mucho, es como un adorno más al crepitar de las olas en el rompiente…

Pero algo me falta, algo que en siglos comprendí…

A veces siento como si toda esta naturaleza me estuviera hablando, dándome la pista que me falta...Pero será que el viento tapa sus palabras...

Mi soledad milenaria me ha dado sabiduría, corporeidad, y atesoro en mi memoria colores y olores, sensaciones excepcionales, que sólo yo he podido contemplar, sentir, disfrutar….

Sólo yo.

Vengo siempre a estas playas, desiertas, casi infinitas. Y me mezo entre el frescor de la brisa y el salitre de la humedad, las gotitas diminutas que salpican cuando a veces, una ola rompe con mucha fuerza….

Me gusta, disfruto siempre, cada día, cada año, siempre ha sido mágico. Y siempre lo será.

Así que feliz, camino, y muevo los pies, rozando las piedrecitas, haciéndolas sonar a posta, y me acerco al agua, y juego con su ir y venir.

La tiento a que me moje, pero ella nunca me alcanza, yo siempre corro más…

Veo a lo lejos mis gaviotas.

Dormitan.

Sólo emprenden su vuelo si tiro alguna piedra al mar, y el ruido la sorprende…Pero ellas lo entienden, es nuestro baile…Vuelan en círculos en torno a mí, unos instantes, luego se alejan…planeando sobre el viento, a ras del mar…

Este es mi paraíso particular.

Y hay tanta paz.

Y estoy solo aquí en esta playa…Siempre ha sido así, y siempre lo será…

Quizás dentro de muchos millones de años, cree otra clase de vida en este planeta, quizás…

...Quizás algún día, por aquí mismo, por estas mismas huellas, otros pasos…hagan el ruidito, al pisar sobre las piedras y hundirse entre ellas, que a mí tanto me gusta…

Quizás, las gaviotas aprendan a espantarse, y a volar para huir, y quizás las olas rompan salpicando otros rostros, mojando otros tobillos que sumergidos…Tengan una dirección, un sentido, un acompañante…

¿Cómo sonaría si varias voces se mezclaran con el rubor del viento y del mar a la vez?

Quizás alguna vez, bajo el sol, o bajo la lluvia…

Pero no hoy, ni mañana, eso seguro.


Esta tierra ya tiene dueño, y es demasiado joven para albergar en sus fértiles entrañas, más alas que las de mis gaviotas.

Aun así, en cada paseo percibo algo que nunca veo, y que sé que habrá de llegar.

De llegarme…


Y será bueno.