viernes, 29 de mayo de 2015

Las 21:03









-¡Úhu Úhuu!   -Saluda al entrar en casa.-
-¡Úhuuu!
-¡Ya estoy en casa por finn, qué día más laaargo!Estaba deseando llegar. ¿Tú todo bien?
-Sí, mi jefe sigue siendo un capullo, todo normal pero deseando que llegaras.  -Se besan-
-Bueno ya estoy aquí.

El salón es acogedor, envuelto en una atmósfera tibia de luz escasa proveniente de algunas velas como centro de mesa y alguna lampara aislada. Sobre el mantel blanco lucen dos copas de vino llenas por la mitad, sin tocar, platos y cubiertos relucientes que emiten destellos con el bailar de las discretas llamas. Suena un disco viejo en el tocadiscos. Los narcisos violetas resaltan contra las paredes marrones y las múltiples fotografías en blanco y negro en ellas colgadas, y lo inundan todo con su olor. El suelo de madera oscura amortigua sus pisadas mientras se abrazan meciéndose con la música.

-Uff, necesito quitarme estos tacones que me están matando.
-Uhm qué pena, estás tan sexy con ellos   -Dice sugerente sin quitar los ojos de sus elegantes piernas-  ...Hicimos una buena compra. Trae que me los ponga yo.- Decide divertida-
-¿No te parece que ya eres lo bastante alta sin ellos? ¿Qué quieres, humillarme?
-No...Es que son tan bonitos...
-Bueno...
 -Aproxima su cara a su escote e inhala el perfume de su pecho-    Si he de ser honesta no me disgustan estas vistas...A ver..?     -Introduce delicadamente su dedo indice por el filo del escote de la camiseta, levantándola levemente hasta alcanzar a ver el filo del sujetador-    Uhm...el morado  .- Besa su escote y su cuello, dulce, sin prisa-   Me gusta.
-Lastima que no puedas verme el tanga...te encantaría...   -Responde con voz suave y juguetona-
-¿Morado también?
-Sep...
-Uhm...y...
 exac
ta
men...te    - Sigue besando tiernamente su cuello, subiendo hasta su oreja- 
¿Quién dice
 que
 no puedo
 verlo?
-Hombre...Llevo los pantalones y ...
-Da igual,    - La interrumpe besándola en la boca-    ya has hecho que te bese, te lleve al cuarto y te folle.  
- La mira a los ojos a través de una pasión ciega y de nuevo la besa con estrecha profundidad-

-Tamb...ién podrías ...ha...cerme ...el a...mor...  -Logra articular entre sus labios...- 

-Cielo...Llevo haciéndote el amor desde que entré por la puerta.






Dificultades para coger el sueño.




A veces me sucede, me dejo arrastrar por viejas añoranzas porque soy,  en el fondo, una blanda.
Pero sucede, y entonces me gusta levantarme en plena madrugada,  me pongo la bata y procuro bajar las escaleras sin hacer ruido, a oscuras y sin matarme, y recorro toda la casa.

Despacio, escucho el ruido mullido de mis pisadas sobre la madera, acaricio algunas de las puertas y paredes que dan paso a escenas de mi memoria.
No puedo dormir así que no tengo prisa.
No tengo fotos que mirar ni una sola frase tuya que leer. He de recordarte como eras, como fuiste conmigo, para mi en mi vida. Sobretodo suelo recordarme a mi misma riendo y llorando a carcajadas,  y también llorando simplemente entre tinieblas.
Y tu mano siempre estaba para coger la mia y arroparme en mi huidizo sueño imposible.

Pero tu mano me soltó y yo dormí feliz.

Ya no lloro y río a carcajadas.
Pero pienso alguna vez, en momentos como este, en cuántas risas míticas nos estamos perdiendo juntos.

Era bonito crecer juntos.

De vuelta a la cama y medio dormida ya, me permito una última ilusión,  la de que algún día te acuerdes y entonces sí,  decidas llamarme.


jueves, 28 de mayo de 2015

Una tarde cualquiera merendando contigo






Ven, siéntate a mi lado, no seas tonto.
Me da igual de lo que quieras hablarme.
Yo sólo quiero que pasemos el rato juntos.

Acércate a mi, pero no demasiado
no sea que tu cuerpo toque al mío
en un roce fortuito, y entonces yo ya no
escuche nada de lo que me dices.

Y ojalá no perciba el aliento de tu boca,
nunca adivinarías cuánto adoro
cada gajo de naranja que te comes.

Intento desgranar los míos con la lengua
dentro de mi boca,
para ver si así soporto esta tortura
de merendar contigo.

Porque debo comerme estas naranjas
y tragar su jugo,
cuando en verdad lo que querría morder
es tu boca y lamer su néctar directamente
de tus labios, sentada sobre ti mientras
mis piernas encaramadas aprisionan tu cintura
y mis dedos sin freno
aran tu pelo en mechones y lo jalonan.

Ojalá no pararas de mirarme a los ojos,
ojalá no existiera nada más al rededor que mirar,
pero no, por dios, deja de mirarme así,
deja de reír, deja de hacer arruguitas en tu cara,
deja de hacer todo lo que haces en la manera
en que lo haces,
para que yo deje de pensar lo perfecto que eres.










martes, 26 de mayo de 2015

En la antesala.







¿Y si sólo me queda un mes? Día arriba día abajo, ya sabes, pero vamos, un mes.

Es que no me daría tiempo ni a viajar, ni a volver a los sitios que dije que volvería, ni a ver a tanta gente que vive fuera.
¿Cómo lo haría?
Hmm, no sé, supongo que podría decírselo a ellos, y convocarles a una ..fiesta de despedida, por separado casi mejor que todos juntos, pero entonces no sé si eso me dejaría tiempo para lo demás.
Y para mis padres, puff, seguro que querrían acaparar cada momento. No...no lo estoy criticando, pero sinceramente, creo que lo último que me apetece ahora son dramas de mi padre y mi madre llorando a moco tendido abrazándome y besándome como si se fuera a acabar el mundo. Sí vale, yo me acabo. Y eso es para siempre. Si lo entiendo, vamos que lo entendería, pero en serio, lo que uno quiere o planea para sus últimas semanas no es en absoluto eso...No quiero parecer egoísta, pero prefiero pasármelo riendo y con mis amigos, con los viejos y los nuevos, no sé. Yendo a la playa, a la montaña, buscar la mejor vista, la mejor fotografía, la mejor ola, el mejor polvo... Sí demonios, no me mires así, que eso te interesa el primero, también los moribundos follan, ¿no? Total ya que nos queda si no. Ah, y por supuesto que pienso hartarme de comer absolutamente de todo lo que más me gusta, se acabaron las dietas tristes. Para un mes que me queda no pienso privarme de nada. Siempre que la salud y la medicación me lo permitan.

Tengo que pensar como repartir mis cosas, si a ti te parece bien. A quién dejar mi ropa, qué hacer con mis discos, mis cuadros y  mis libros. Bueno sobretodo los cuadros, ya sabes ahí hay un huevo de dinero invertido, y en discos ni te digo...Las joyas las tendrá mi madre...Ya ves, al final la herencia de mis abuelas vuelve a la segunda generación...Eso va a doler.

Ahora que lo pienso, casi me da pena todo el dinero que me he gastado en los cuadros...Quiero decir, ¿no os sería más útil todo ese dinero que todos mis trastos? Y venderlo ahora no va a reportar ningún beneficio...Humm, no sé...Tengo que pensarlo supongo.

Al menos hace tiempo que llevas tú sólo el negocio así que en eso no me vas a echar en falta, y la casa    ,     ,    es muy buena casa.

Es.... Muy buena casa....

Creo que de ser incinerada, una de las jardineras de la terraza sería un buen lugar, no crees?
Estaría en casa al fin y al cabo, y me daría el sol y vería el mar...
Y prometo no atormentarte ni aparecerme.

No creo que me diera tiempo a hacer mucho más en un mes. Un par de cenas, un par de comidas, un par de excursiones...Ver fotos, escribir un par de correos, bueno...unas cuantas decenas y también de chats...Y llamadas!..No va a darme tiempo de hacer todas esas llamadas...!
¿Quedaría muy mal una multiconferencia vía Skype?

Leería el 6º y el 7º de GoT y el 3º de ENDV, pero ni siquiera existen...Yo me muero y esos libros por los que vale la pena vivir sólo por leerlos ni siquiera existen. Quizás relea los que tengo, y desde luego no puede faltar poesía, le daré un repaso a Neruda, Gala, Benedetti, Delgado...Voy a pasar días embutida en mi butaca, pegada a mis estanterías.

No me mal interpretes....Estoy en paz con todo, no echo de menos cosas que no pertenecen a mi edad, no echo de menos los hijos y los nietos. Otros los tendrán y les irá de maravilla.
No te echo de menos a ti porque estás aquí ahora mismo conmigo. Hemos hecho lo que más o menos hemos querido y podido, ¿ no? Nos ha ido bien, muy bien. Y así seguirá para ti.

Yo veré a mis amigos y a mi familia y podremos reír y celebrar una vez más con ellos. ¿Qué más se puede pedir? ¿ Si lo he tenido todo?

¿Quién puede decir a los 20 que lo tiene todo a unos 30 días de su muerte?

Semana arriba semana abajo.









lunes, 25 de mayo de 2015

La espera







Aún quedaban horas para que llegara.
Le gustaba que ella estuviera esperándole.

Pero había tardes, días, semanas, en que la espera se hacía interminable.
Se aburría irremediablemente.

Las cortinas de terciopelo impedían casi por completo el paso de la luz.
Eran azules como el mar, y con el ir y venir del viento creía, con mucha voluntad, estar en uno de esos veleros que se mecen con olor a salitre y a sol.

Salió al jardín descalza, y entró en el invernadero para comprobar con orgullo la aparición de sus nuevos brotes. Había allí toda suerte de plantas en pequeños recipientes de plástico, vidrio, cerámica y madera reconvertidos en maceteros que ella misma había improvisado. Le fascinaba que la vida se abriera paso de pronto, de un día para otro, se tratara de la semilla que se tratara, en todos aquellos recipientes. Excepto en ella.

En el invernadero hacía un calor especial, no asfixiante, húmedo. Olía a tierra mojada, a verde, a cristal, a suelo sucio, y a botellas viejas de plástico a medio descomponer.
Olía a sacos de sustrato y abono, a granza de café y tomate.

Podría pasar horas allí de no ser porque al final siempre acababa regando de más, y eso le asustaba.
Se remangó el quimono sujetando con una mano la manga del brazo contrario, que sostenía la botella de regar. En el tapón tenía varios agujeritos por los que salían diminutos chorros finos de agua,
como si de lluvia se tratase.
Era un método barato y eficaz para regar, además, cada botella tenía su historia. Aunque ya eran ilegibles las escasas etiquetas desteñidas que aun quedaban pegadas a algunas de ellas.

Levantó con oficiosa religiosidad los plásticos que cubrían los semilleros, para comprobar sus brotes. Diecinueve. Siete más que por la mañana.
Estaba contenta y enternecida.
"Debo preparar sus nuevos recipientes", pensó, cogió algunas garrafas vacías de agua mirándolas y midiendo en ellas algún orificio inexistente y volvió a la casa.

De un cajón de la cocina con bolsas de basura y corchos de botellas de vino, sacó un cutex, que depositó en la mesa al lado de las garrafas algo polvorientas.

Suspiró y deshizo el lazo delantero de su quimono, y luego una vuelta, y otra más.
Era dorado, con pequeños brotes y pececillos en color turquesa, de un algodón tan fino, suave y brillante como la seda. Dejó el cinto en el respaldo de una mecedora y se desvistió con cuidado, doblando el quimono con estricto cuidado y dejándolo sobre el cinto.

Entró en el baño, apenas miró de reojo su reflejo en el pequeño espejo.
Su camisón turquesa, corto , ceñido, de tirantes y gran escote realzaba su figura. Sus pechos escapaban firmes sobresaliendo del escote, contrastando el negro del sujetador con el blanco de
su piel, y haciendo los tirantes un juego de lianas.
También sus muslos eran blancos, y su espalda, sus brazos, toda su piel, no como el nácar, pero sí como el vidrio templado de alguna de sus botellas, que dejaban entrever los tallos verdes
enraizados en su interior.
También su piel dejaba adivinar el surco de sus venas de color aguamarina.

Antes de salir del baño se detuvo un momento para mirarse. Se estiró y contuvo la respiración, estilizando aun más su cuerpo, su vientre.
Apartó algunos de los mechones de su flequillo a un lado, para verse mejor las cejas, los ojos, la frente. Tenía alguna arruga?
Miró sus dientes, los cuales nunca fueron de un blanco nuclear, pero estaban todas las piezas en perfecto orden y limpias. Sus labios eran gruesos, rosados y jugosos.
Miró más abajo, su escote, y algunos de los lunares que lo adornaban.
Acarició con sus largos dedos su piel, su cuello, sus pechos, sus hombros, sus brazos, su cintura, su vientre, sus caderas, sus muslos, y el interior de estos, como en un abrazo a sí misma, uno dulce, lento, y a conciencia.

Las cortinas se mecían cada vez más oscuras. Entraba por la puerta del jardín el aire frío y húmedo de la tarde por lo que volvió a vestir su quimono, a tapar sus tobillos con el algodón dorado,
y a atar la lazada de su cinto con doble vuelta en torno a su cintura, con un lazo perfecto, las solapas bien dobladas tapando su garganta, las amplias mangas extendidas tapando sus muñecas.

Y olvidando las garrafas de agua vacías y el cutex, se sentó exhausta y relajada en la mecedora, sin saber qué hacer, esperando a que llegara la noche y él con ella.