miércoles, 20 de mayo de 2009

El Baile

¿Has visto lo que he hecho?, ¿debería arrepentirme?. Pero es que cuando la música comenzó a sonar, mis pies avanzaron por iniciativa propia, hacia ti, y después pronuncié tu nombre, se puede decir que escapó de mis labios, donde lo tengo encerrado. Fue la música, esta canción, es como si te describiera, es tan hermosa. Y tras tu nombre, mis manos se ofrecieron, para sacarte a bailar. Es increíble púes tu aceptaste, no se si estabas tan contrariada o sorprendida como yo, quizás tus piernas se movían como las mías, por iniciativa propia. Después todo se hizo difuso a nuestro alrededor, mientras dábamos vueltas, olí tu perfume, tan cerca de tu cuello, casi podía notar tu corazón latiendo contra mi pecho. Todo lo demás se hizo etéreo, sin importancia. El centro de universo eramos tu y yo, elevados del suelo por aquella canción. Tus mejillas ardían de rubor y tus ojos eran dos oscuros pozos, que me fascinaban, ¿que pensamientos los moverían?, ¿cual era tu misterio?. Y tu misterio me inquieta y atrae de forma irremisible, es como luchar contra el mar.
¿Debería de arrepentirme?, o mejor aún ¿retirarme?. Ahora sospechas cuan terrible puede ser mi veneno, y hasta que punto mi cuerpo o instinto deciden por mí, cuando de ti se trata.
La música terminó, y nosotros seguimos en las alturas, y ya no bajaríamos de allí, quizás nunca.


miércoles, 13 de mayo de 2009

El Dolor de Elena

Las notas de la canción cortaban su ánimo como cuchillas improvisadas.
Cada gemido se convertía en parte de su propio dolor, en la voz que porteaba aquella sangre invisible.
Pero la canción seguía sonando una y otra vez.
Como un martitio acaso.

Se sentía en las últimas semanas como tantos personajes de los que había leido en sus libros. Se sentía tremendamente frágil, absolutamente sola, poderosamente seca ante la pena acuciante. El insomnio era el llanto que sus ojos no podían emitir.
El escozor en el filo de sus parpados sería todo lo que lograría.
La vieja y necesaria costumbre de callar y ocultar su aflicción a los demás, ahora la dominaba, ocultándoselo también a si misma.

Podría decirse que se había olvidado de como se lloraba.
Tumbada en su blando colchón, descubierta y fría contra el calor de la noche, sudaba y respiraba entrecortadamente. Lo cierto era que cuando lo pasaba mal, cuando sufría, necesitaba llorar. A ella le gustaba ponerse ese tipo de canciones tristes que desataran su trsiteza y le ayudaran a sacarla fuera, para poder superarlo y seguir adelante.
Pero ahora no podía, no sabía, o ...No quería? Y la llevaba dentro de sí, a diario, a cada momento, desgarrándole por dentro las ganas de vivir.

Y la canción seguía sonando y su corazón estremeciéndose cada vez.

Elena soñaría con los ojos fijos como platos en algún punto imposible de su maltrecha imaginación. Dejaría que una noche más las horas se hicieran sus complices, y le acariciaran lentamente hasta el amanecer, cediéndosela entonces a él, para que la venciera tranquila en un sueño sin sueño.

Y es que ahora sí encontraba piedad en aquella soledad asfixiante. Lograba respirar aun con el pecho hundido, aun con los dedos dormidos. Se estaba trasformando en noche, en estrella quizás, silenciosa y lejana, insensible.

Sí, ella era ahora noche.
Y estaba dispuesta a permitir que así fuera del todo, una larga y tranquila hermosa noche negra, silenciosa, vacía de odios. Ahora hasta el dolor le acompañaba, y le calmaba.

Su dulce y fiel Dolor.
Su eterno y querido compañero de por vida, de por noche.

"Have I found you?"