miércoles, 15 de julio de 2009

CUENTOS DE LA PLUMA MALDITA 1


Hace mucho , mucho tiempo, había un reino entre las montañas, a los pies del mismo se extendía un fértil valle. El rey era un hombre sabio y magnánimo. Su pueblo florecía gracias a una buena distribución de la riqueza y a unos impuestos bajos. El rey no había sido demasiado ostentoso y destacaba por ser muy practico y buen economista. El reino estaba por contra algo alejado de otras poblaciones. Aún así sus vecinos algo belicosos sabían mantener esa distancia, pues en su juventud el rey había también demostrado ser un buen guerrero y hábil con las tácticas militares.

En aquellos años fructíferos, paso algo que habría de cambiar el rumbo de dicho reino. El único hijo del rey desapareció. Sucedió durante una de las cacerías de palacio, ,en la parte más profunda del espeso bosque Titán, así se llamaba. Al percatarse de lo sucedido toda persona capaz se movilizó para buscar al primogénito del rey. Buscaron durante días y al tercero encontraron el cuerpo sin vida de su caballo, había sido devorado en su mayor parte los restos de sangre eran abundantes y la heridas infringidas al caballo espantosas, aun así no se encontró rastro del príncipe.

Así paso un año, el rey pareció envejecer diez, su ánimo se había vuelto taciturno y descuidaba los asuntos de la corte. el pueblo murmuraba apenado por el incierto destino del príncipe y como no, por al abatimiento de su padre, el rey.

Ya no hubo mas cacerías en el bosque y a pesar de la batidas, nadie encontró a la bestia que devoró al caballo del príncipe y quizás a el mismo.
Titán era un bosque maldito, y pocos tenían el arrojo para adentrase en el.

Hasta que un buen día el rey lo comprendió. Pues otro hecho extraordinario sucedió.
Al llegar la noche una comitiva de siete jinetes escoltaban, un carro cubierto de tela tirado por cuatro poderosos bueyes.
-traemos un presente para el rey. dijeron a los guardias de portón de entrada.

Una vez el rey estuvo al tanto se abrieron las puertas y dejaron entrar a la comitiva. en el patio de armas se congregó una multitud. el rey descendió de sus aposentos para recibirlos allí mismo.
Entró escoltado por su guardia más leal quedando se frente a la comitiva.

-Decid me forasteros, ¿quienes sois y que presente me traéis?.

El más alto alto de los hombres vestidos de negro se acercó, parecía el jefe, al acercarse, el rey pudo ver que le cubría el rostro una máscara. Ninguna expresión había en ella, solo unos ojos encendidos como el carbón, en una máscara blanca como el hueso. Con una ligera inclinación de cabeza a modo de saludo comenzó a hablar.

-Permitame mi rey, cambiar el orden de mis respuestas.



-Traemos a la bestia que acabó con la montura de su hijo, el príncipe. Este es nuestro presente.




La expresión del Rey cambió en unos segundos y su mano instintivamente busco su espada. Su leal guardia atentos a cualquier gesto del monarca, hicieron lo propio y se pusieron en guardia. Todas las miradas incluso la del Rey estaban clabadas en la jaula que permanecia tapada con una tela carmesí.

-Descubridlo dijo el Rey. Abanzando un par de pasos hasta la jaula, en ese instante se interpuso el hombre que antes le había hablado, el más alto de la comitiva.


-Esperad un segundo mi Rey, antes debes de cumplir una condición. Es fundamental. Mi Rey tienes que nombrar un sucesor, en el caso que mueras y debes designarlo antes de descubrir esta tela. Es la única condición que os pido.

Esta vez el hombre de la máscara se arrodillo ante el Rey.

La cara del monarca enrojeció de la ira, mi reino tiene sucesor, todos los presentes lo saben. Y es Mi único hijo, su cadáver no apareció y me niego a admitir su muerte, hasta que vea su cuerpo. Y me atrevería a decir que todo mi pueblo está de acuerdo. Y si yo muero antes de que mi hijo aparezca, mi sabio consejero sabrá lo que hacer, pues así se lo he dejado escrito tanto a el como al general de mis tropas.

Y ahora aparta te de mi camino quiero ver a la bestia.


El hombre se apartó y el Rey quedo a pocos centímetros de la tela, su guardia le seguía de cerca.

Inspiró el monarca profundamente y apretando los dientes agarró la tela, tirando con fuerza hizo que cayera al suelo.

La jaula dejó al descubierto a un hombre joven vestido con arapos que apenas le tapaban sus escuálidas carnes. El hombre se agarraba a los barrotes casi para mantenerse en pié.

El REy al verlo lo reconoció a pesar de su aspecto fue el único que lo reconoció. Agarró su espada y dio la ordena su guardia.

-¡Rodeadles que no escapen!.

Los guardias cumplieron la orden con rapidez, pero los forasteros apenas se movieron.

El REy rompió con su espada el burdo candado que cerraba la jaula, de un solo golpe. después la envainó , subió al carro y entró en la jaula diciendo.

-¡Hijo mio!, ¿que te han hecho?. lo abrazó y entre lágrimas de felicidad el rey comprendió cual era su maldición, demasiado tarde.

Aquél ser de su sangre gruñió y transformó su apariencia en unos segundos, en la de un hombre-lobo. Antes de acabar con la vida de su padre se le oyó decir una sola palabra.

-Quid pro quo.


Cuando el cuerpo de Rey cayó sin vida, su hijo con mucho cuidado desprendio su corona y se la puso repitiendo.

-Quid pro quo.


Aquél magnanimo rey terminó trayendo una larga época de oscuridad sobre su reino.


Fin



-Quid pro quo:


Una frase latina que en español significa "una cosa por otra". Se usa para decir que si se hace un favor, se debe responder con otro, o si se entrega información, se debe recibir algo en intercambio.



1 comentario:

sueño dijo...

Interesante.... el calor y tu locura te hacen ya hablar en latin. ummm
Como en toda obra tuya, hay que releer.
Es buena pequeño saltamontes. (Quitando esas faltas), sobre todo me gusta el desconcierto de esos hombres enmascarados, y el sorpresivo final.
Supongo que aunque el Rey no quiso verlo, todos guardamos esa fiera... incluso el mismo.

Se hace camino al andar...
asi que no pares y sigue.