miércoles, 25 de marzo de 2009

El Naufrago

Había una vez un naufrago en medio del océano. Tras una tormenta, el barco se había hundido, nada quedaba a flote salvo él, que aguantaba agarrado a un plancha de hierro. Esta solo flotaba por un motivo, Amaba la vida del naufrago más que su naturaleza.
El naufrago ignorante, que no sabía nadar, no hacía nada más que dar vueltas a una idea. Como era posible que una plancha de metal flotara, aquello era imposible.
Después de más de una hora meditando, pensó. Yo debo de haber aprendido a nadar sin darme ni cuenta, y realmente soy yo quien sujeta y mantiene a flote esta pesada plancha de hierro. "Sin duda podría estar mejor si lo suelto y me dejo flotar en el océano".
Tras pensarlo durante otra hora, se soltó alejándose del extraño hierro.
La plancha intentó advertirle, pero sin su naufrago, su Amor no servía para mantenerse a flote. Lloró como nunca antes lo había hecho un corazón de hierro.
Y al rojo vivo incandescente se hundía, mientras sentía como su amado descendía a las profundidades, sin su tan preciada vida.

2 comentarios:

emperatriz dijo...

En la apacible orilla de esta playa, se puede oler la brisa del perfume de su cuello, la sal de su piel...Se puede ver a lo lejos, el espacio vacío que ocupaban sus besos...
Todo está intacto aquí, en este mar...

Precioso cuento.
Besos

sueño dijo...

Supongo que todos somos náufragos, y esperamos algo o alguien que nos salve. Una mano amiga, o un rayo de esperanza.
Cuando perdemos algo.... es cuando lo valoramos